Lentamente, simulando suavidad pero con los nervios perforando las neuronas, hundo la aceituna en el líquido transparente; levanto los ojos quejumbrosos de la copa y enrosco un mechón de pelo negro en el dedo índice. Al fondo, el gran reloj cromado marca las seis y diez; todavía no ha oscurecido. Somos los únicos clientes en la barra del Boulevard. Revuelvo de nuevo, ahora en sentido contrario mientras observo cómo el barman agita la coctelera y vierte con suculento cuidado un dry martini en la copa del hombre azul.
—Sabes, el dry martini también era la bebida favorita de Buñuel. Incluso tiene su propia receta. Dice que hay que poner en la nevera, de víspera, todo lo necesario: copas, ginebra, coctelera, vermú, etc. El hielo ha de estar a unos veinte grados bajo cero. Era todo un experto.
—¡Ya...!, muy profesional, los veinte bajo cero —entona con sorna mientras observa al trasluz los reflejos irisados de la ginebra.
—¡Ah! Delicioso...—susurro después de morder sin dientes la aceituna—. ¿Sabes? Primero, sobre el hielo bien duro, echaba unas gotas de Noilly Prat, media cucharadita de café y otra media de angostura, lo agitaba bien y lo tiraba todo conservando únicamente el hielo que había quedado, levemente perfumado por los dos ingredientes. Sobre ese hielo vertía la ginebra pura, agitaba y ¡voila! listo para probar. Insuperable, lo he probado.
—¡Diablos!, nunca debí de cambiar el escocés por los martinis —masculla entre dientes el hombre azul mientras me contempla helado y confuso, después de beberse la copa de un trago. Más que deslumbrar lo he asustado, tal derroche de conocimientos sobre la técnica buñueliana del dry martini desbordan a este charrilandés que se autodefinía como "culto, atrevido y viajero".
—Lo siento, es muy tarde. Tengo que volver al despacho, un cliente me espera —dice huyendo con un temblor en los labios más que sospechoso.
Este tiene de culto lo que yo de barbie, ya te puedes guar-dar las sabiondeces para las amigas, al sector masculino le va el "¡Ah! Sí.", siempre sí.
—De acuerdo, no te preocupes. Lo entiendo. —le contesto con la más falsa de mis sonrisas, y añado otra cruz en la lista de los candidatos a sustituir al guiri de mis sueños. Quise lucirme ante el "culto" y la he cagado. Aunque... quizá le ha asustado esta nariz de judía bastarda.
Olfateo la copa tratando de encontrar los restos del Noilly, la angostura o el aroma oculto del hombre azul. Es la tercera cita de la semana y mi cuarto martini. Mañana me espera Riobravo_45. En eDarling habían confirmado que nuestra afinidad ronda el 85%. Mejor que olvides el martini, el oporto y otras exquisiteces y te trabajes el sector vinícola nacional o las cervezas o los refrescos, más vale estar preparada y, por supuesto, nada de lucirse, pequeña, si quieres llegar a algo con el producto nacional.