Día 2

98 8 6
                                    

Mi vida sigue siendo hasta ahora una mierda. Hace unos meses me colé por un chico que aparentemente está bien, pero que cuanto más hablas con él , más te das cuenta de lo jodido que está por dentro. Durante el poco tiempo que duró nuestra amistad, consiguió que me sintiera especial y que mi autoestima subiera poco a poco. Había sido rechazada innumerables veces a lo largo de mi vida por chicos que sólo querían mi amistad.

 Todos los días deseaba verle entrar por la puerta de nuestra clase y que se sentara detrás mía. Me encantaba, aunque nunca se lo dije, que me hiciera cosquillas en mitad de clase sólo para que me girara hacia él para decirme cualquier tontería. Nos pasábamos muchas clases hablando de cosas serias, cosas que alcanzaban una profundidad y una seriedad sorprendente, dignas de adultos y no de chicos con 16 años.

Por tal de pasar más tiempo con él, quedábamos para que le ayudase con los deberes de cualquier asignatura, aunque en realidad no estudiábamos nada, ya que nos dedicábamos a hablar y no paraba de hacerme reír con cualquier cosa. El día que me contó una de sus "aficiones", lo pasé muy mal, ya que se trataba de darle puñetazos la pared o la almohada. Según él, esa era su forma de desahogarse, pero yo no lo tomé así. Me contó que empezó a hacer eso cuando lo dejó una de sus exnovias y que, debido a eso, se rompió uno de los nudillos de su mano. Aquella noche, me costó dormir, porque no paraba de imaginármelo pegando a la pared.

Una noche, en una fiesta a la que asistimos juntos, decidí intentar acercarme a él todo lo posible, que supiera mis sentimientos. Al final no pasó nada, pero al menos dormí contenta, recordando  sus brazos alrededor de mi cintura y de mis hombros. A partir de esa noche, sentí que algo cambió entre nosotros, concretamente en él. Me hablaba todos los días al llegar a casa tras el instituto y, en los fines de semana, cuando llegaba de trabajar. Parecía que nos acercábamos cada vez más hasta que al fin llego ese día tan esperado por mí.

Nunca olvidaré ese día, esa noche en la que al fin me dieron mi primer beso. Era un 5 de Marzo, jueves. Esa mañana él se fue de excursión y no nos vimos en todo el día. Quedamos con dos amigos nuestros que también fueron con él para que me contaran qué tal les fue. Tras pasar toda la tarde por ahí, nuestros amigos se fueron y nos dejaron solos a los dos, en ese parque. Estuvimos hablando durante horas, hasta que mi madre me llamó para regresar a casa. Yo no quería irme, ni él quería que me fuera, pero sabía que si me demoraba más, me castigarían. Mientras andábamos hasta el lugar donde nos separaríamos finalmente, él me rodeaba los hombros con un brazo y yo su cintura con el mío. Tras un largo abrazo, donde pude oler su aroma tan peculiar, nos quedamos mirándonos fijamente y él fue acercando su cara a la mía. Yo, al carecer de experiencia, no supe que hacer, así que me dejé hacer. Al sentir sus labios rozar los míos,  una ola de felicidad y seguridad me invadió. No duró mucho, yo lo corté sabiendo que ese besó significó demasiado para mí pero muy poco para él.

Desde entonces tuvimos varias conversaciones sobre lo que seríamos, pero como sospechaba, para él solo fue un beso más, así que decidimos seguir siendo amigos, como si aquello no hubiera pasada jamás. A mí aquello me dolió, y no poco. Las quedadas no pararon, aunque ahora, en vez de hablar, nos besábamos una vez tras otra. Finalmente cedió y prometió intentarlo conmigo.

Claro que su intento sólo duró hasta que consiguió liarse conmigo. Pocos días después de eso, decidió que era mejor dejarlo y que siguiéramos como hasta entonces. Para mí eso fue imposible, me costaba mucho seguir con la relación que teníamos antes, por lo que finalmente acabé distanciándome de él.

Un par de meses después de esto, hablando con unas amigas mías sobre él, me enteré de que le tiraba los tejos a ellas y a otras mientras estaba conmigo. No supe cómo reaccionar tras escuchar aquello. Cuando nos cruzábamos me costaba mirarle a la cara, me daba asco. No podía creer cómo pudo hacerme eso. Aún sigo sin creerlo y, como una tonta, nunca dejé de preocuparme por él cuando lo veía mal.

El verano me ha venido muy bien para intentar olvidarme de él y conocer a otra persona que me ayude a conseguirlo. Soy consciente de que a partir de septiembre lo veré 5 veces a la semana, 6 horas al día, pero creo que estoy preparada para ello. 

Querido diarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora