Mujer de polvora

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-No temas a correr riesgos- Noah susurró penetrante, con la mirada puesta en ella.- Solo hazlo, Rebekah-. Imploró fuertemente extendiendo su mano.

Rebekah miró la mano de Noah, dudosa. Mientras un sin fin de probabilidades golpeaban fugazmente su mente.

¿Seria lo correcto?

Ladeó su cabeza pausadamente. ¿Realmente interesaba? No lo sabia.

Pero sin duda iría a cualquier parte con el.

¿Desde cuando pensaba tanto las cosas?

Parpadeó y tomó la mano de Noah con decisión.

Él sonrió, y un brillo infantil recorrió sus ojos. Le susurró palabras de aliento con tono agitado, y miró hacia los lados.

La calle aun seguía desierta, o almenos eso parecía...

Apretó cariñosamente los pequeños dedos de Rebekah provocando que, por un segundo se lo olvidara todo, pero, como era de esperar volvió a la realidad. Estaban huyendo.

Noah comenzó a caminar hacia su auto con paso rápido sin soltar a Rebekah; no dejaba de dar respiraciones largas y duraderas aunque en realidad no nesecitaba oxigeno en absoluto. Era inservible para su organismo.

A ella, le había comenzado a lastimar la suciedad del suelo en sus pies descalzos; unas piedras pequeñas se le habían incrustado en las plantas, junto con la tierra y el lodo, era asqueroso.

Él soltó su mano solo cuando llegaron al coche. Rebekah se dispuso a abrir la puerta del acompañante despistadamente, pero Noah la detuvo colocando su palma en el hombro desnudo de ella.

-¿Que?...

-Espera. Nada nos asegura que justo adentro no se encuentre una maldita arma- señaló, indicándole que retrocediera aun mas. Él echo un vistazo al auto con el ceño fruncido, mientras contenía el aire innecesario.

-¡Hijos de puta!- gritó, propinando un golpe a la ventana. Rebekah separó los labios dejando escapar un hilo de aire que debido al tiempo, se convirtió en una apenas visible nube. Después, intento pasar saliva juntando los labios, mientras miraba aturdida al chico de atuendo oscuro. El corazón lo sentía desbocado, sin dirección y sin algun ritmo común, y las manos le temblaban insesantemente. No se daba tiempo para sentir frio, aunque en una hora había descendido el clima, nisiquiera se daba tiempo para gritar, como realmente deseaba hacerlo. Sabía lo que estaba arriesgando, de la misma forma que sabía que él lo valía.

-¿Qué sucede?- preguntó dando pasos hacia é,l pero Noah le indicó que no caminara más.

Rebekah había comenzado a pensar lo peor. Era increíble la cantidad de cosas e ideas le cruzaron la mente en esos miseros segundos. Miró hacia todos lados rápidamente. No veía nada, absolutamente nada.

-¿¡Noah, que sucede?!- Lo miró desesperada.

-Los muy cabrones colocaron alucinógenos- Explicó con voz seca y con la quijada apretada, propinando un golpe de nuevo al coche.- Vámonos de aquí- mantenía los puños apretados y la mirada fija en todo y a la vez en nada; Sus ojos celestes podían traspasar muros, y Rebekah era la única que no temía de ellos.

Planeando todo, caminó hacia la derecha sumido en sus pensamientos, y con los nervios incrementándose cada segundo; Un dolor agudo le repiqueteaba la cabeza y el arma que traía consigo le rosaba provocativamente en el abdomen cada vez que caminaba. Esos hijos de puta estaban equivocados si creían que con unas miserables bolas alucinógenas lo detendrían. Deberían de ser un poco mas listos, incluso se sentía ofendido de que llegaran a pensar que caería en una trampa tan estúpida.

Se detuvo de golpe al recordar a Rebekah, que iba justo detrás suyo. La miró sobre el hombro y extendió su mano sonriente, lo más que podía serlo en esos momentos. Ella le devolvió la misma sonrisa plena, aunque le doliera cada músculo que constituía su delicado rostro.

Era hermosa, y que hubiera aceptado su propuesta había sorprendido gratamente a Noah. Le había traido un poco de "paz" después de tanto.

Rebekah acepto la cálida mano de él, su agarre le produjo una oleada de tranquilidad. En ese momento, cada celula de su cuerpo empezó a calmarse pausadamente.

Noah no quitaba su mirada de ella; su pelo castaño estaba ligeramente despeinado y carecía del brillo que normalmente tenía, pero, sin duda lucía hermosa. Su redonda y pequeña cara estaba casi intacta,excepto por un pequeño raspón en la mejilla. En cambio, su vestido negro sujeto por dos tirantes se encontraba notablemente rasgado por la parte delantera, y en un costado le habían desgarrado un circulo espantoso. Aunque, lo más notable sin embargo era, que le habían arrancado la mitad de un tirante, dejando al descubierto esa parte sensible de su cuerpo.

Una chispa de culpa invadió el pecho de Noah,verla ahí, tan dócil,y a la vez tan fuerte...

Ella estaba ahí por el, y, de alguna forma, él estaba ahí también por ella, pero claro, no era lo mismo.

-¿Es tuyo?- Rebekah lo sacó de sus pensamientos, señalándole el coche negro que descansaba el la acera. Era lujoso y pequeño, era como si los estuviese llamando a ruegos.

-Algo así- se mordió la mejilla y paso un dedo por la pintura nueva de el auto, se guardaría que era robado. - Apresuremonos- ordenó, sacando unas diminutas llaves de el bolsillo dentro de su pantalón.

Abrió la puerta del acompañante y le indicó con la cabeza a Rebekah que entrara; Estaba desesperado, y no era justamente por su vida por quien temía.

Ella miró al auto, después a Noah, y de nuevo hacia el auto, estaba asustada. Noah se acercó a ella y le tomó ambas manos lentamente deseando causarle tranquilidad.

La chica lo miró, y confirmó todas sus recientes dudas, estaba aterrada. Lentamente, él acaricio sus mejillas con cuidado de no rozarle la herida, y después la abrazó con sutileza.

A los segundos, ella comenzó a relajarse, y lo abrazó de igual manera. Aspiró con los ojos cerrados su aroma, definitivamente nada se le igualaba. Se aferró a su pecho y éll le acaricio el cabello, peinandoselo un poco y le dio un beso en su cabeza.

Después unos breves minutos, Noah se separó de para mirarla de nuevo, directa y cálidamente. Mientras le enjugaba las lagrimas con los dedos.

-No te haré daño. Y te prometo Rebekah, que mataré a quien te lo haga.

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