Capítulo 4

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El estruendoso timbre anunciaba que Rebekah había recibido un mensaje. La castaña, después de dar un trago a su jugo de naranja tomó el celular, y presionando el botón preciso abrió el texto. 

De: Zac 

Hola 

Rebekah miró ceñuda la pantalla iluminada. ¿Porqué no podía ser claro? ambos sabían que tipo de relación mantenían.  

Para: Zac 

Hola Zac ¿Se te ofrece algo? 

El nuevo mensaje le llego casi al instante, lo cual le pareció placentero a Rebekah. Pero rápidamente Brad se le vino en mente. Seguro que no le agradaría saber de Zac, ya que lo detestaba profundamente y siempre que se encontraban había problemas. 

De: Zac 

Llegué a la ciudad ayer por la noche, y entonces recordé que era la velada de otoño, pero no me pareció correcto ir... ¿puedo verte esta noche? 

Solo podía imaginar lo que diría Brad... 

Para: Zac 

Nos vemos aquí a las 8:00. 

De: Zac 

Hasta entonces. 

La chica colocó el teléfono de nuevo en la mesa y dio un mordisco al pedazo filete que sostenía con su tenedor, observando que la pantalla de el celular se apagara. No definía que era para ella el ver a Zac, pero tampoco es que le importara demasiado, era simplemente... Zac.  

Terminó su jugo y se comió el ultimo trozo de carne. Después llevó los trastos al fregadero y se dirigió a su recamara. 

Después de una hora y media estaba lista e impecablemente atractiva; un bonito vestido, unos zapatos altos, unos ligeros risos y un poco de maquillaje. Sus ojos lucían más grandes y brillosos de lo normal y daban la impresión de ser más oscuros y profundos esa noche. Aún faltaban treinta minutos, veinte si él deseaba verla de verdad. Así que tenía tiempo suficiente para comunicarle a su madre que saldría, si es que ella no se encontraba trabajando.  

Su madre tenía dos oficinas: una en la casa y otra en la empresa que compartía con su padre. Si era verdad que una de las oficinas se ecnontraba dentro de la casa, Rebekah jamás se topaba con su madre, así que veía inútil que la hubieran construido ahí ya que la idea era pasar más tiempo con "su única hija", aunque no lo quisiera ver de esa forma. Su madre siempre se empapaba de trabajo para no encontrarse con su padre, que en realidad, hacía lo mismo, ambos se evadían, por lo cual ella no entendía porque no se divorciaban de una vez por todas. 

Rebekah tomó el teléfono y se sentó en la silla beige situada frente su tocador. Marcó el número de la oficina de su madre; era más seguro que respondiera en ese teléfono que en su celular. Esperó unos segundos y parecía que nadie le respondería, pero antes de colgar tomaron la llamada. 

-Amelia Odell- respondió seca, con su tono común, frio y distante. 

-Tu oficina tiene identificador de llamadas- musitó- deberías reconocer mi número, o tenerme en la agenda. 

-Pues, Rebekah, tu jamás me llamas. Disculpa si no recuerdo tu número de memoria- acarició delicadamente cada una de las palabras con su lengua. 

-Bueno, no se que responder a eso-  

Atravez de la linea se distinguió una risa fresca de su madre, le era extraño escucharla reír así después de tanto.

-Que sorpresa- aceptó su madre, relajada -¿Qué necesitas? 

-Cenaré con Zac, él vendrá por mi. 

-¿Zachary Parr?- preguntó- ¿El chico del instituto? 

-Si - recordó que ahí comenzó el odio entre Brad y el, después se fue expandiendo cuando Brad había tenido una aventura con la hermana de Zac. Había sido tanta la rabía de Zac que en cuanto lo vio en el salón de clases le había lanzado un puñetazo. Aquel día los dos chicos terminaron con los ojos morados y con moretones por doquier. 

-¿Es tu novio?- interrogó cautelosa- salen muy a menudo- soltó provocando que Rebekah pasara saliva. 

-No-. Afirmó rápidamente con firmeza. Bien sabía que no eran novios, pero también sabía que no eran precisamente amigos... 

-Bien- aceptó lentamente, mientras el agudo sonido de el pase de páginas se percibía atravez de la linea. Era como si estuviese revisando montones de papeles al mismo tiempo- LLega antes de las tres. 

-Bien.- Colgó e introdujo el celular en su pequeño bolso negro, que hacía juego con su vestimenta. Miró a la derecha y se encontró con la mirada de Zac, quien la observaba sin disimulo desde el portal de su habitación. 

-¿Hace cuanto que estas ahí?- clavó su mirada en él. 

-No mucho- admitió sacudiéndose el pelo marron con la yema de los dedos.- No te molestes, tu sabes cuanto me gusta tomarte desprevenida- le dirigió una pequeña y encantadora sonrisa y se acercó a ella inclinándose para darle un casto beso en los labios. Ambos sonrieron y después de un momento el chico se separo lentamente hasta tomar su antigua posición. 

-¿Nos vamos?- Él extendió su mano estirando sus dedos y liberó su fragancía cara, se lamió los labios y sonrió brillantemente, haciendo contraste con sus ojos grisáceos. 

Rebekah la aceptó y posó sus finos y delicados dedos sobre los de él. Se puso de pie y caminó escaleras abajo, hasta el plateado auto descapotable de Zac. 

Rebekah se removía en su silla; aquel restaurant era su favorito, pero el viaje hasta ahí la había aburrido demasiado. No dejaba de delinear la copa de martini que permanecía en su mesa, incluso tuvo que reprimir un bostezo que deseaba dar. 

-¿Qué tal la semana familiar?- decidió romper el silencio, liberando lo primero que se le vino en mente.- Fantástico, ah  

-Aún cuesta un poco acostumbrarse a ver a tu madre otra vez con un nuevo novio- declaró riendo- supongo que algún día me acostumbraré- se encogió de hombros y suspiró dando un toque dramático, aunque era claro que no le interesaba demasiado.- Por lo menos, el nuevo prospecto no se inmiscuye en mis asuntos como el antiguo, Richard , así que me conformaré. Recuerdo que quería matar a ese maldito.- Se introdujo una aceituna en la boca y la masticó gloriosamente -¿y tu? 

Ella lanzó un soplido al aire, lo cual hizo que Zac soltara una risa. Era bastante claro que ella tampoco brincaba de plenitud y felicidad. 

-Lo mismo de siempre.- Contestó- Mi madre se enfrasca de la empresa para no ver a mi padre. Mi padre viaja y asiste a juntas y cosas por el estilo para no ver a mi madre. Básicamente hacen lo mismo, se evitan, solo que no lo admiten. 

-Eso es una mierda. 

-Lo sé

Mujer de polvoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora