El inicio.

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Rebekah le dio otro gran sorbo al vino que le tendía Brad, su amigo. Después de un minuto, dio otro más y sintió con claridad el paso de la bebida; Iniciando en su lengua, moviéndose atravez de sus papilas gustativas, después por su garganta y por último a su sistema digestivo.

-Déjame un poco- Le arrebató la botella Brad, propinandole un golpecito en el hombro.

Rebekah produjo un puchero, y lo miró desafiante con sus oscuros ojos cafes. Revoloteó sus pestañas y le sonrío con entretenimiento. Brad le devolvió la mirada con sus azuladamente claros ojos, y le dió a entender que no le daría más vino. Ella formó una mueca y devolvió la mirada hacia el frente.

Era el entrenamiento de fútbol americano y los jugadores se encontraban tremendamente empapados en sudor. A Rebekah le gustaba el deporte, en especial ese, pero el hecho de que aquel equipo no era otra cosa más que una pila de jugadores malos y petulantes, era una buena razón para aborrecerlos. Por ello, la única razón por la que Brad y ella visitaban aquel campo, aquel día, y en esa hora, era para beber hasta ponerse lo suficiente borrachos, y así divertirse un poco.

 De vez en cuando Brad se interesaba por una animadora y conseguía una cita, para después no asistir y reír un rato junto con Rebekah.

Rebekah se revolvió en las gradas y recargó su mentón en sus palmas, que se encontraban sobre sus rodillas. Parpadeo pesadamente acariciando sus mejillas, con sus largas y refinadas pestañas. Entonces cayó en cuenta de que  estaba por dormirse a medio campo, bueno, después de todo no era su culpa, el entrenamiento era demasiado aburrido.

Levantó la vista hacía el cielo exasperada, y miró a Brad mordiendo su labio inferior. Él, enarcó una ceja y le dio un sorbo a la botella, que estaba ya por la mitad.

Rebekah entre-cerró los ojos deseando jalarle el pelo marrón y despeinado, pero  se planteó que si lo hiciera probablemente no había mucho cambio en el pelo de su amigo, ya que lo tenia algo desaliñado.

-¿Qué? -preguntó con ambas cejas levantadas.

-No creo soportar esto más, al menos no sobria- admitió arrebatándole la botella, como él lo había hecho unos minutos antes.

Bebió un trago pequeño y le sonrió burlonamente. Él, giro su cabeza, y se mordió la mejilla, para después arremangarse la sudadera gris  mirándola juguetonamente. Rebekah agudizó sus sentidos, atenta, esperando la reacción de su amigo. Y se mentalizó que ante todo, la botella tenía que salir ilesa.

Un minuto corrió y Brad lanzó su primer ataque por la derecha; Estiró bastante el brazo haciendo un intento fallido de arrebatarle la botella. Ella, con agilidad pasó hacia su otra mano el vino, y Brad abrió la boca soltando una carcajada despreocupado, entonce ambos rieron. 

Brad recuperó su posición y la miró de nuevo detenidamente, como si la acechara, y extendió ambos brazos para aprisionarla. Rebekah segundos antes, adivinando la forma de actuar de su amigo  colocó la botella a su costado, sobre las gradas de concreto, y la deslizó con su bota.

Él lanzó un sonido ronco desde dentro de su garganta;  aquello ya le resultaba un desafío, y uno bastante grande.

Rebekah era lista, si ella no tenía la botella entonces nadie lo haría. De pronto, divisó con ojos brillantes el vino, que se tambaleaba a la orilla de la grisácea grada, a punto de caer.

Brad soltó a Rebekah con rapidez, y estiró desesperadamente el brazo intentando obtener la botella, pero lo único que consiguió fue caer encima suyo. Lo cual provocó que rieran contagiosamente, ahora era la risa del otro lo que le resultaba gracioso a cada uno.

-No es precisamente emocionante ver a una pareja teniendo intimidad en un lugar abierto. Concurrido.- La voz los tomó por sorpresa. Era un chico que se encuentra tres gradas arriba.

Mujer de polvoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora