Diría como me fue la semana, pero fue todo lo mismo. Estudiar porque se avecinaban un par de exámenes, llegar a casa, ver series, dormir, y repetir.
No me volví a hablar con Cristina.
Quedé con Elisabet un par de veces, ya sabéis para qué.
Era jueves.
Estaba terminando de ver un capítulo de Leverage cuando llamaron al timbre.
Me puse las zapatillas, puse en pausa el episodio y bajé. Eran a penas las ocho y ya estaba casi todo oscuro.
Y abrí la puerta y travesé el pequeño jardín de mi casa.
Abrí la reja y me quedé helado.
Era ella.
Era Crsitina.
Estaba en mi puerta.
¿Qué hacía aquí?
-Ho-hola.-Dijo tímida.
Llevaba unos pantalones largos blancos, una sudadera de la universidad de no sé dónde amarilla, el pelo en una coleta y los labios rojos.
-Hola Cristina.-Le dije.
-Ehm yo... Quería hablar contigo.-Me dijo.
¿Quién me mandó a mí abrir la puerta?
-Claro, dime.-Dije mientras me apoyaba contra la puerta.
Era de acero y gris, y estaba fría. Pero yo llevaba manga larga, y sólo lo notaba en la palma de mi mano.
-Yo te quería decir que... Beno, no sé como empezar...-Rió.
-Pues, no sé...-Dije. No la podía mirar a la cara.
-Lo que pasó el otro día...-Empezó.-Bueno, ya sabes de qué te hablo.
-Sí.-Dije y suspiré.
-Fue una grave equivocación. Es decir, tengo novio y tú tienes novia, y estuvo mal, y no se debe volver a repetir porque me caes muy bien, eres muy buen amigo y no quisiera perder a alguien como tú.-Mientras hablaba gesticulaba con sus brazos y me miraba a los ojos.
-Está bien... Fue culpa del alcohol, Cristina, ya está, no te tortures más.-Le dije. ¿Pero cómo alguien puede decir que dejes de pensar en algo cuando tú mismo no puedes dejar de pensar en ello?
¿Irónico, no es así?
-Yo no quiero perder una amistad como la que teníamos... tenemos.-Rectificó.
-Yo no quiero perderte, Cristina.-Le dije. ¿En serio había dicho eso?
-Yo tampoco, por eso quería decirte que lo mejor será olvidarlo y seguir como si no haya pasado nada.-Dijo.
Sus palabras se clavaban por todo mi cuerpo, una a una, causándome tanto dolor que me era casi imposible respirar.
-Será lo mejor.-Dije yo.
-Sí.-Me dijo y bajó la vista.
-Sí.-Repetí.
-Carlos, me gustas. Mucho. Des de la primera vez que hablamos, te mostraste tan atento conmigo que des de aquel día ya no puedo parar de pensar en ti. Y esto me duele muchísimo.-Dijo mirándome.
¿Qué?
¿QUÉ?
¡¿Qué?!
¡¿QUÉ?!
¡¿QUÉ?!
-Cristina yo...-Empecé.
-Sí, sé que tienes novia y que os queréis mucho, pero sentía que te lo tenía que decir, Carlos. Sueño contigo y cada vez que hablo contigo tengo la necesidad de más y más y...
-Cristina, tú también me gustas.-La callé.
Y vaya si la callé, ya no dijo nada más.
-Carlos, me voy a ir. Hagamos como que esto no ha pasado nunca, ¿Vale?-Dijo ella, ignorando mis palabras. Eso me dolió más que toda la conversación entera.
-¿No vas a decir nada?-Le espeté.
-¿Qué quieres que diga?-Me miró.-Lo siento, pero tú y yo vamos a ser solo amigos, como dije antes tú tienes novia y yo tengo novio, y no, no le voy a dejar. Me duele muchísimo pero quiero a Guillermo. Así que seguiremos como si nada de esto hubiera ocurrido, por el bien de nuestra salud mentl.-Dijo, mientras una lágrima solitaria se resbalaba por su mejilla derecha.
¿Qué había hecho?
Cristina se dio la vuelta y se puso andar hacia su casa, cuando estaba a unos diez metros de mí hice algo que ni yo me esperaba hacer.
Me acerqué y le fui a dar un beso.
Pero sabéis, nada en la realidad es como en la ficción. Nad es como en las películas. Nada es como en tus sueños. Nada.
-No Carlos, no.-Me dijo y se fue.
Y me quedé sin beso, y sin Cristina.
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Bajo llave
RomanceTRILOGÍA BAJO LLAVE, PRIMERA PARTE Cristina es una adolescente corriente de diecisiete años, con un lindo novio a quien quiere mucho. Carlos es el novio de Elisabet, y aunque tienen sus idas y venidas, ambos intentan llevarlo lo mejor que pueden. L...