Después de cruzar la puerta escarlata, unos susurros llegaban a nuestros pecadores oídos.
Aquellos, nos guiaban hacía la condenación absoluta, hacía nuestro rey.
Nosotros debíamos complacerlo o quizás, él debía complacernos a nosotros.
Pues al fin...
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Infernus promete, Infernus designa.
En ese lago de fuego, repleto de torres sombrías, cúpulas enigmáticas y santuarios demoníacos. Un tenue resplandor azafranado dominaba el campo de visión de cualquier desdichado y afortunado que cruzara la puerta escarlata.
El purgatorio.
Nos guiaba hacía la condenación absoluta, hacía nuestro amo. Conocido en distintas épocas y eras, renombrado y venerado por diversas religiones o creencias:
Diablo, Lucifer, Hades, Satanás, Seth.
Nosotros debíamos complacerlo o quizás, él debía complacernos a nosotros. Pues al final de todo, éramos sus herederos... sus descendientes.
Dulce Infierno, padre.
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