Un poco más de vida

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-Un capuchino largo de leche y un café late por favor- el dependiente del Starbucks me dedicó un gruñido por respuesta antes de abrir la caja y coger el billete que le ofrecía. -son $5,90, cierto? -dije con prudencia. Asintió secamente, del felpudo que descansaba sobre su labio cayó una mota de lo que supuse sería polvo. Vaya momia de hombre.
-Recoja su pedido al final de la barra, siguiente.
Salí con mi capuchino en mano y el café late de mi compañera en una bolsita. Mi bolso negro descansaba en mi hombro izquierdo sobre la blanca camisa algo desabotonada, y los ceñidos vaqueros que resaltaban mi culo me transmitían una seguridad inamovible. Los tacones de ocho cm me recordaban la reciente hora matutina de Spinning con cada paso. Mi cuerpo acusaba los fines de semana tanto de actividad excesiva como de ausencia de la misma. Lamentablemente este último se decantaba por la segunda causa.
Recordé que había dejado mi laptop en el coche, así que di media vuelta hacia el aparcamiento. Lo cogí, y al cerrar la puerta el claxon de un coche me perforó el oído.
-vas a salir?- una mujer de unos cuarenta años que ya había visto alguna vez en el hall me gritaba desde su minúsculo coche.
-No, lo siento, sólo venía a...
-Joder, pues aparta del medio chica!- me dedicó una mirada de desprecio antes de arrancar en busca de algún espacio libre. Menos mal que no estaba en doble fila porque entonces me atropellaba.
Entré en el hall del edificio, donde un estirado hombre solía estar posado en el mostrador para atender las visitas, llamadas y demás tareas. Hoy en su lugar se encontraba una rechoncha mujer con un enorme jersey negro que se dedicaba a enfundar informes.
-Buenos días, soy Gabriele, creo que no nos conocemos... -dije sonriente subiendo mis gafas de sol a mi cabeza como hacía siempre. La mujer dejó lo que hacía y me miró.
-Qué quieres jovencita- dijo ásperamente.
-Tengo una sesión de fotos con Elsa Pataky, podría decirme la planta por favor?- dije tratando de que no se notara mi repentina nostalgia por el agradable señor estirado que solía ocupar el puesto.
-Sólo personal autorizado- se disponía a volver a la tarea pero insistí.
-oh no. verá, soy  Gabriele, la dirección del artículo está a mi nombre, puede mirarlo en la ficha de programación del mes- dije confiando en que no tuviera que pasarme un cuarto de hora entrando y saliendo de las posibles salas de fotografía. La mujer me miró de nuevo con ojos de lagarto y se dignó a buscar en el ordenador el número de la sala.
-Piso ocho sala uno, nombre de dirección Gabriele Anderson, fotógrafo Lucas Adams, entrevistadora Marta Ribs... -iba leyendo el apunte con voz monótona.
-Sí Sí, no es necesario que lea todo... -me dedicó una mirada asesina al cortarla - sala uno piso ocho? Genial gracias -dije rápidamente y me dirigí al ascensor bajo su atenta mirada. Entré y pulsé el botón número ocho. Parecía que la gente estaba de un humor sensacional los lunes por la mañana, fantástico.
Marta me esperaba entrevistando a Elsa, la portada de la revista de este mes. Le di su café y comencé a organizar las luces como esperaba que alumbraran durante la sesión. Todo fue magnífico como solía, adoraba mi trabajo en todas sus facetas: desde decidir decorados con sus colores, texturas y formas, hasta negociar con los patrocinadores de las modelos o adquirir nuevos contactos y clientes. El resto del día estuve decidiendo los últimos detalles para otro artículo, y no me acordé para nada del capullo de mi todavía novio, ni de la marcha de Jenn.

Mi estómago rugió y miré el reloj, las 9. Debería irme ya... Mi ceño se frunció al ver mensajes de un número desconocido en mi pantalla bloqueada. Entré en la conversación.
>num:El miércoles mi avión aterriza en Manhattan..
>num: Llámame si te aburres

Qué...? No podía ser...? Vale, podía. Era Harry, quién iba a ser si no? Rápidamente revolví en mi bolso donde recordaba haber dejado el pequeño papel roto que me había dado. Mierda, lo había tirado en la cafetería. Bueno, daba lo mismo, sabía que era Harry, no necesitaba comprobar el número.
Joder, qué se pensaba ese tío, que iba a correr a su cama por habernos acostado una vez? Definitivamente se lo tenía demasiado creído. Tecleé sin pensar demasiado lo que escribía.
>Yo: Quizá cuando me haga rubia. Hasta otra capullo.

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⏰ Última actualización: Aug 03, 2016 ⏰

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