Capítulo catorce

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Emma y Harry en multimedia.

(...)

Guarde el último de los objetos en el bolso que estaría llevando a la casa de Harry, miré dos veces mi cabello en el espejo y retoqué tres veces mi lápiz labial.

– Estás pasando demasiado tiempo con Harry, estoy empezando a sentir celos– Sammy murmuró desde mi cama.

– Sam, es mi novio– pensé unos segundos– Eso creo– ambas nos reímos– Se supone que pase tiempo con él.

– Ya sé , es sólo que te extraño– ella hizo un pequeño puchero y yo me reí.

– Dormimos juntas cada noche.

– No cada noche.

– La mayoría de ellas.

– ¡De acuerdo!, tienes razón, pero de verdad, te extraño.

– Veremos películas esta noche.

– No puedo, voy a dormir con Seth esta noche– alcé las cejas–¿Qué?

– Te quedaste con él casi todo el fin de semana.

– Estaba con mi periodo, no hicimos nada.

– De acuerdo, no me interesa saber– hice girar mis ojos–Supongo que será mañana entonces.

– Perfecto.

La puerta de mi habitación sonó tres veces antes de que Dania apareciera.

– Donald ya está listo, dice que cuando lo desees te llevará donde los Styles.

– De acuerdo, bajo en seguida– le sonreí a Dania y ella a mí, una vez solas , apunté a Sammy con mi dedo– Mañana, miércoles de chicas, sin excepción.

Samantha movió su dedo indice sobre su corazón en señal de juramento– Lo prometo, voy a dejar tan cansado a Seth hoy ,que ni siquiera va a llamarme mañana.

–Eres asquerosa– tomé mi bolso de la cama y caminé hacia la puerta–Al menos sean responsables.

– Obviamente.

Respondí dos mensajes de Harry mientras bajaba las escaleras , ambos preguntando que hora llegaría, le avise que aún estaba en casa y después bloquee mi móvil antes de dejarlo dentro de mí bolso.

Donald estaba al lado de la puerta con sus brazos detrás de su espalda, cuando me vio , sonrió– Buenos días señorita Abigail.

– Hola Donald– agradecí con una sonrisa cuando me abrió la puerta.

Ambos bajamos los pequeños escalones y abrí la puerta trasera de la camioneta para que él no tuviera que hacerlo, subí y me coloqué el cinturón de seguridad.

Una vez en marcha volví a tomar mí celular pero ésta vez para llamar a mi padre.

Llamé dos veces y ninguna atendió, por lo que deslicé mis dedos por la pantalla hasta encontrar el número de su oficina al que no dude en llamar.

– Buenos días, ¿en qué puedo ayudarlo?– sonreí a la suave voz de Ruth, la secretaria de sesenta y dos años de mi padre.

– Ruth, habla Abigail.

– ¡Oh!, dulzura, me alegro tanto de escuchar tú voz, ¿ comó has estado?

–Excelente ,Ruth, ¿y tú?

–Bueno, la artritis me está matando, pero todo bien– me reí–¿ Necesitas algo preciosa?

– Uhm, sí, he estado llamando a mi padre y no atiende.

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