"¡Harry!" Abrí sobresaltada la puerta que daba al jardín, abalanzándome sobre sus gigantes brazos. "Nos has asustado."
"Yo también me alegro de verte" Dijo con tono divertido mientras daba un ligero beso sobre mis labios. "Vamos adentro, vas a coger frío."
Miró mi ropa, con rasgos claramente tentadores.
"¿Como me has encontrado?" Pregunté extrañada.
"Puedo conseguir todo lo que quiera."
Dejaba ver uno de sus hoyuelos y se acercaba hacía mí con paso vacilante. Posé mis manos sobre el mueble de la encimera mientras el avanzaba, acortando nuestra distancia. Cogió con ambas manos mi cara, y me besó tiernamente. Notaba mariposas revoloteando por mi estómago y mis mejillas sonrosadas ante su respuesta y todo lo que estaba dispuesto a hacer.
"Te he echado de menos." Dijo sobre mis labios.
"Yo también." Sonreí tímidamente. "Pero solo han pasado dos días."
"¿Ah sí?" Bromeó. "Pues a mí me han parecido meses." Susurró sobre mi cuello, posando ligeros besos húmedos.
"Harry…" Supliqué. Los besos en el cuello superaban todos mis placeres.
Sí quería conseguir algo de mí, claramente esa era vía más fácil, y la mejor forma. Dejaba de ser persona sin tener conocimiento alguno de mis actos haciendo dueño completa y exclusivamente a él. Agarró mis manos posándolas alrededor de su cuello y pasó cada uno de sus brazos por debajo de mis nalgas alzándome hasta situarme encima de la encimera la cual estaba apoyada segundos antes. En ese momento, me di cuenta de la ropa que llevaba puesta y del repaso que antes había dado Harry sobre mi cuerpo. No era de extrañar. Camiseta gris de tamaño considerablemente grande, robada del armario de mi hermano hará varios años, estirada hacía abajo por el chico de pelo rizado que me estaba sujetando para proteger mis piernas desnudas, llevando solo unas bragas debajo del material gris y completamente descalza.
"Lo siento, no quiero tener tentaciones." Dijo sonriendo. "Esta no es mi casa."
Mis mejillas se volvieron de un tono claramente más rosado al percatarme del espectáculo que acababan de presenciar mis amigas, las cuales observaban atentamente la situación apoyadas en el marco de la puerta.
"Podéis seguir. Nosotras como si no estuviéramos." Dijo Ale irónicamente colocando sus brazos alrededor de sus caderas. "Ah, por cierto, soy Ale. Y la chica pelirroja de mi lado, es Savannah."
"Encantado, Harry." Se presentó dirigiéndose hacia ellas con una sonrisa amigable.
"La próxima vez llamas al timbre, nos ahorrarás otro susto." Continuó Ale, con gesto enfadado.
"No te enfades, que la sorpresa ha sido muy bonita." Intervino Sav.
"De todos modos, ya nos íbamos, ¿no?" Pregunté posando mis ojos en los de Alejandra mientras agarraba la mano de Harry, una vez bajada de la encimera. Alejandra pretendía ser muy borde y no me iba a quedar para verlo.
"Claro." Respondió con una sonrisa. "Vamos."
***
"¿Adónde me llevas?" Preguntó Harry sonriendo mientras yo tiraba suavemente de su brazo arrastrándole por la calle principal de la ciudad.
"Sorpresa." Guiñe un ojo, o hice un intento de eso, bajo la risa de Harry. Era jueves por la mañana, cerca de las 10:30. Hacía un día perfecto para el momento perfecto. Llevaba dos días, desde que Harry había llegado, queriéndole enseñar esto. Caminamos unos diez minutos cogidos de la mano hacia el mar, donde se encontraba una pequeña iglesia entre las muchas casas antiguas que rodeaban la muralla. Entramos en esa pequeña iglesia donde un hombre mayor de unos setenta años estaba ordenando unos papeles sobre el altar iluminado por el gran ventanal de color que se situaba justo enfrente suyo, encima de la puerta. Las paredes, de roca antigua, daban un aire frio al lugar, bastante agradecido en verano.
"Uau." Susurró Harry sorprendido. "Esto es precioso."
"Todavía no hemos llegado." Le dediqué una sonrisa y le solté la mano dirigiéndome a paso ligero hacia aquel hombre que desde hacía años había sido como un padre para mí. El Padre Luis alzó la vista, bastante sorprendido al verme por ahí.
"¡Pero qué sorpresa más bonita!" Gritó alegre resonando por toda la iglesia.
"¡Padre Luis!" Le abracé y los ojos se me llenaron de lágrimas. Hacía mucho que no pasaba por ahí. Todos mis problemas y inquietudes han sido resueltos por él, no como sacerdote, ni como quién pertenece a la iglesia, sino como un padre, el padre que nunca he tenido. "¿Cómo está?"
"Bien, bien." Dijo dándome palmaditas la espalda. "Me alegro de verte." No es un hombre de mucho afecto, más bien es frío y distante, pero sé que me quiere, como yo a él.
"Y yo." Sonreí ante su comentario. "Me preguntaba si…"
"¿Quieres tu llave de arriba?" Interrumpió. No preguntó por Harry, que estaba atentamente observando todo, lo que me extrañó. "Te la dejaste aquí la última vez, supongo que con las prisas te olvidaste." Soltó una carcajada. "Tú y las prisas…"
"Sí, por favor." Sonreí ante su comentario.
Yo y las prisas somos íntimas amigas. Me dio la llave que daba a la terraza con vistas al mar y subí por aquellas escaleras vertiginosas hacía el lugar.
"Ven." Cogí la mano de Harry y me acerqué hacia el borde. No hay barandilla para sujetarse y la iglesia es bastante alta. "Ten cuidado, aquí."
Me senté al borde con los pies colgando sobre el aire. La vista era preciosa. Pequeños barcos de vela navegando sin rumbo fijo a causa del viento y gaviotas revoloteando alrededor del puerto. Harry no decía nada, se limitaba a observar el paisaje.
"¿Te gusta?" Pregunté rompiendo el silencio.
"Mucho, es precioso."
"Suelo venir muy a menudo a desahogarme. Me resulta tranquilizante." Me levanté del borde y tendí la mano a Harry con una sonrisa traidora. No tenía ni idea de lo que iba a hacer ahora. "Vamos."
"¿A dónde?"
"Sorpresa." Dije sonriendo.
"Me resulta muy difícil ser el sorprendido." Dijo agarrándome por la cintura posando un beso sobre mis labios.
Yo, poco a poco, iba dirigiendo mis pasos hacia atrás hasta llegar al borde de una de las esquinas de la terraza.
"¿Confías en mí?" Pregunté con los ojos llenos de emoción sobre los de Harry.
Rodeé mis brazos sobre su cintura y nos empujé hacia atrás, sin darle oportunidad de responder a la pregunta que acababa de formular. Un grito ahogado salió de su boca, mostrando el susto que le acababa de dar. En cambio, yo no podía parar de reír ante su gesto. Caímos sobre la tela marrón, sujetada entre dos palmeras y la iglesia, que años atrás colocamos el Padre Luis y yo para ver el atardecer.
ESTÁS LEYENDO
THEY DON'T KNOW ABOUT US
FanfictionEllos no saben lo que hacemos. No saben nada sobre los "te quiero”. Pero apuesto lo que quieras a que si lo supieran, estarían celosos de nosotros. No saben nada acerca de nuestras noches. No saben lo que te he esperado durante toda mi vida: solo...