No crei nunca que la tarde fuera tan cruel, ni que las sabanas se aliaran en una guerra sexual con los fluidos y las paredes que encerraban sobre la tarde los gemidos deseosos de una mujer sin amores ni pasiones metafísicas. El problema se lió después del primer tarareo quejumbroso que salía desde su vagina hasta sus labios, era toda una escena pasional, una mujer anfibia liberándose de sus deseos sexuales reprimidos sobre un triste poeta de noche que ya no escribia gran cosa porque ya no sentía gran cosa, era Goliath domando los restos de David, eran los chinos de su hermoso cabello que iban y venían con gracia desde mi pecho hasta sus mejillas dejando caer arrítmicamente gotas de sudor que se desvanecían sobre mi pecho como un chispeo de agua sobre el pavimento caliente de las tres de la tarde, mis ojos eran aún aquellos gemelos infantes atacados por la mitad de su precoz sociedad obligados a mostrar su fortaleza mientras comparten con miradas fugaces su sufrimiento y resisten hasta el último instante para ir a casa después de una larga jornada y llorar y consolarse bajo las sabanas de su cama donde solo ellos dos se comprenden, pero la diferencia era más que notable, estaba lejos de casa, y la cama en la que me encontraba no estaba vacia, había alguien más, que ignoraba el evidente problema que el dia majestuosamente maduro tenia contra mí, no eran el sol, el tiempo, las manecillas, los vasos grabados, el baño deficiente, sus maravillosos pechos ni el cenicero vacio lo que me produjo tan injustificada nausea, era yo odiando todo eso, eran las cortinas que tapaban el sol, era el tiempo que me esclavizaba, la ausencia de las manecillas, el agua que faltaba en los vasos, la poca privacidad en la ducha, el escaso control de sus pechos y la inmunidad del tabaco en aquel lugar.
La hipocresía sexual se fue terminando segundos después del último orgasmo; entre mis suspiros decadentes y su sexo cansado y débil donde yo solo provocaba sueño.
Estaba ya dormida, su delicioso cuerpo envuelto en media sabana boca abajo solo daba lugar a dos caminos, podía salir de la habitación corrompido e infeliz aún o podía quedarme a decifrar la historia del universo en su cabello, acariciar su cuerpo apenas con la uña de los dedos grabando en mi mente y en mis yemas su silueta para recordarla un par de noches más y suspirar amorosamente cada
que pensaba en ella porque en el fondo la amaba, esperarla e irnos vistiendo juntos para salir por la misma puerta, con los hombros desvergonzados y apestando a sucios romanticos pero hubo un problema, me había cortado de más las uñas y en el fondo yo no la amaba.