El caracol

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Pegué mi espalda a la pared y me deslicé hacia el suelo. Me acurruqué allí.

Esperé.

Y esperé.

No me sentía nadie.

Y tampoco nada.

Había mucho silencio. Un silencio molesto. De tanto que había, se podía cortar de lo espeso que era. Y también se podía romper.

Y, de repente, vi un caracol.

Se deslizaba, pero nunca se dejaba de mover.

Iba por el suelo, avanzando lentamente.

Me hubiera gustado saber dónde iba.

Entonces, me di cuenta.

Él era muy frágil, pero se movía. No tenía miedo a que lo pisaran o a que unos niños lo cogieran para ver que era...

Aquel caracol sabía que su muerte podía llegar en cualquier momento.

Pero era valiente.

Muy valiente.

Porqué él, se seguía moviendo, deslizando.


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Con esto sólo quería hacer ver que por muy pequeños o débiles que seamos, no tenemos que dejar de hacer lo que queremos.


Em

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