Bibliobus

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Extendí el brazo para que parara. Se abrieron las puertas. Subí.

Y de repente, invadía el mundo de las letras. El olor. Los colores. Las estanterías. Todo espeluznante. Pero encantador.

Empecé a mirar los libros que había nuevos. Y así hasta verlos todos.

Esto, era lo que hacía cada segundo miércoles de cada mes. Y me llenaba. Era como mi dosis de vida. Sin eso, no vivía.

Pero, hubo un día en el que yo no era la única. Invadian la tierra de las letras. Mi tierra.

Lo ignoré, pensando que no se volvería a repetir. Pero, no fue así. El chico estaba allí. Cada segundo miércoles de cada mes.

Hasta que me habló.

Me habló con mi lenguaje. Y al fin, lo perdoné.


Em


SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora