10. Más noches como ésas

47 3 1
                                    

¡Sí, claro! Cómo si quisiera ponerse atractiva y simpática para una mujer que se negaría, irremediablemente a conocerla. Ni se imaginaba quién era, y por supuesto, ¡Ya la odiaba! Es que quién se creía que era esa tipa, coqueteando indebidamente a su padre por teléfono.

Se mantuvo cruzada de brazos, apoyada en el umbral de la puerta, por nada más que su espalda y su propio peso. Su padre se bajó de la motocicleta, quitándose el casco, aproximándose a la muchacha que refunfuñaba, para besarle el lomo de la cabeza.

-Ella te gustará, querida mía -le aseguró, arqueando sus cejas. Su padre lucía bastante guapo, con una musculosa simple cuello V, una chaqueta de cuero Armani y su cabello bien cortado.

-¡Antes muerta a que me guste una de tus novias! Eres el peor, siempre me haces pasar por estas cosas, papá -le reprochaba, siguiendo a su padre que caminaba, como un adolescente rebelde a la cocina-. Siempre traes a una, a otra y a otra, ¿No te cansas? Es que de verdad ¡Ya me aburre tener que siempre poner buena cara! Son todas iguales, te buscan por tu dinero y atractivo y cuando ya lo consiguen ¡Bum! Creen poder casarse contigo.

Su padre regañado, como un niño de dieciséis miró a su hija de reojo, mientras se preparaba un trago de whisky con hielo.

-Hija, es que de verdad tienes que conocerla.

-¿Para qué? ¿Por qué siempre te empeñas en reemplazar a mamá? -preguntó Paige, frunciendo el ceño, de pronto, dejando a libre de expresión aquella pregunta que tanto guardó en su mente.

Su padre la miró atónito, tragando el whisky con lentitud y éste ardía por la garganta.

-Mi cielo... Yo no pretendo reemplazarla, ella siempre estará en mi corazón. Pero yo soy hombre y tengo mis derechos de restablecer mi vida. Además tu madre ya lo hizo conmigo -espetó amargamente.

-¡Pero papá! Es completamente distinto, yo no he visto a mi madre desde los siete, mucho menos a con quién está, pero estoy contigo, y realmente es duro tener que hacer el papel de la hija huérfana.

-¡Paige! -le reprochó su padre-. Detente ya, no me regañes como si fuera un niño. Tú no eres una niña huérfana, me tienes a mí. Además, ¿no te agradaría tener a alguien con quién compartir cosas femeninas?

Su hija apretó sus puños enfurecida.

-¡No lo entiendes! ¡Yo no necesito una madrastra! ¡Y jamás la necesitaré! ¿Y sabes qué más? ¡Si quieres tener tus aventuras ''sexuales'' tenlas, pero déjame a mí fuera de esto, estoy aburrida de siempre tener que conocer a tus mismas chicas supermodelitos -gritó como fuera de sí, para pronto salir corriendo por las escaleras, avergonzada y asustada pues sabía que su padre la regañaría.

-¡Paige! ¡Ven aquí! -le gritó su padre, subiendo las escaleras para alcanzarla, pero ella había cerrado la puerta con seguro.

Desesperada, la chica se sentó en su cama, colocándose una almohada en la cara para no escuchar lo que su padre le diría a continuación.

Estuvo unos minutos así, hasta que su padre se cansó de insistir y se encerró en su habitación. Cinco minutos después, su teléfono comenzó a sonar, sin ver quien era contesto aceleradamente.

-¿Sí? -preguntó colocándose un mechón detrás de la oreja.

-¿Paige? ¡Hola! Soy Logan, te llamaba para quedar a eso de las siete, ¿Puedes?

-¿Para qué? -preguntó suspicazmente, recostándose en su cama mirando al techo.

-Tuve un pequeño percance en declararle mis sentimientos a Emily, así que necesito tu ayuda, ¿Puedo contar contigo? -el chico sonaba un poco nervioso.

La confusión. {cancelada temporalmente}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora