Miss

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Estaba extrañando tu presencia inocente y tu mirada inmutable dirigida a mi alma. Te deseo como se desea el saber imperecedero. La sabiduría del alma.

Hasta que me hastío del deseo pleno de pensarte para terminar pensándote más. Y lo que duele a veces no es lo que me dices porque es hermoso lo que dices. Lo que duele mucho más es saber que no solo a mí me dices esas cosas.

No por celos, no por la incomodidad que da saber lo que le dices a alguien más. Seamos libres de decir lo que queramos. Pero no es cómodo sentirse como uno más al sentirme único en tu presencia. Entonces deseo que mejor no me digas nada, deseo no saber tus pensamientos y los adjetivos que utilizas para referirte a otros.

Me es sencillo dejar de pensarte solamente, pero sin duda terminaré pensándote mucho más de lo que antes lo hacía. Y no puedo sentir celos porque ya eres mía. No puedo pensar en dejarte porque no tengo nada más en este pesado universo.

Entonces me ahogo en el silencio mientras no estás presente y así me preparo cada noche para soportar la presencia de tu ausencia. Solo la distancia insoportable me hace pensarte mientras tus palabras me las haces saber mediante caracteres confusos.

Al final de nada sirve que diga todo esto si al final serás la misma, al igual que resulta que me reclames si al final seré el mismo. Me sentí único por un momento contigo, pero luego me doy cuenta que solo soy un destinatario más de las lisonjas de tus labios. 

Siento asco besarte de nuevo.

Pero, por favor, bésame de nuevo.

El ruido de tus silenciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora