Capítulo II

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El primer ministro llegó para ver como iba el proyecto y quiso conocer uno por uno los supervivientes y las características que desarrollarían cada uno, asique el Dr. Nigel le llevó una por una a las habitaciones de los sujetos.

El primero se trataba de un chico de veinte años que se llamaba Jashon, de piel oscura, de un metro ochenta y normalito de cuerpo, tenía el pelo corto y de color negro carbón, como sus ojos. En el se habían implantado según el informe, ADN de un toro, el cual le daría características del, de las cuales aún no había señales, ni mutaciones ni ningún comportamiento fuera de lo normal.

El siguiente de la lista, se trataba de una chica de treinta y un años, Cristy de piel pálida, un metro sesenta y dos y flaca, la cual me pareció guapa, porque era rubia de ojos claros. En ella habían introducido células de un águila pero tampoco se mostraba ningún cambio físico ni mental.

Pasamos al tercer sujeto, un chaval, al que me asuste al ver porque al no haber visto a los sujetos hasta ese momento no sabía que se encontraba allí, se trataba de Éric uno de mis mejores amigos pero que era huérfano y vivía en mi anterior ciudad, donde estábamos en nuestra banda callejera. Él media un metro setenta y cinco, su piel no era ni blanca ni muy morena, estaba un poco musculoso, tenía el pelo largo que le daba por la espalda y de color negro, pero lo que de verdad daba miedo era su mirada sería y fija con esos ojos verdes claros, muy claros. Según el informe en su caso las células provenían de un murciélago, pero no había ningún cambio tampoco.

Cuando llegamos al cuarto el Dr. Nigel dijo que este sujeto era distinto a todos los anteriores, y... Al abrir la puerta un aire frío, congelado nos recorrió todo el cuerpo. En aquella pequeña habitación, que era como el resto, de apenas unos tres metros cuadrados, con una cama, un retrete y un labavo con un espejo; hacía tanto frío como en un congelador, era inhumano.

El sujeto se trataba de un chico llamado Pedro, de dieciséis años y de piel pálida, media uno sesenta y ocho, no tenía pelo, estaba calvo, era de ojos color azabache. Vestía de forma extraña porque tenía una chaqueta gorda de estas que son muy gordas pero la llevaba desabrochada y por debajo no llevaba nada más, junto con unos vaqueros y unos tenis.

El Dr. Nigel entonces empezó a decir que el era diferente al resto de sujetos hasta el momento porque no llevaba ningún tipo de ADN animal sino que en su organismo llevaba un termogenerador el cual le hacía congelar cosas, y que era muy especial porque era casi imposible de resistir esa habilidad ya que, al usar el termogenerador, sus células y su sangre se congelaban y corría un riesgo muy grande de morir pero su cuerpo logró adaptarse hasta el punto de que no sentía el frío y su cuerpo no se congelaba.

El primer ministro estaba totalmente anonadado y sólo era capaz de dibujar una sonrisa en su cara, cosa que a nosotros no nos gustó, pero al Dr. Nigel le encanto y le dijo, que si le había gustado el sujeto número cuatro, que esperase a ver el número cinco y nos dirigimos hacía su cuarto, el Dr. Nigel antes de abrir la puerta nos dijo que nos apartásemos todos y que uno de los guardias que nos acompañaba abriese mientras el otro apuntaba al sujeto el cual se trataba de como él dijo, el antónimo del número cuatro, Sheila de diecisiete años, morena, de pelo oscuro y corto, por encima de los hombros, sus ojos eran marrones y su sonrisa preciosa.

Era bajita, un metro sesenta y seis y no estaba ni gorda ni flaca. Después de una sonrisa del Dr. Nigel al ver que su comportamiento no era hostil, comenzó a decir que si era la oposición al anterior era por el mero hecho de que también poseía un termogenerador pero en su caso, generaba llamas. Con lo que el primer ministro al escucharlo quedó fascinado, pero en ese momento sonó su reloj y dijo que terminaría de ver a los sujetos en otro momento que era hora de hablar del tema de los animales. Él quería que hiciese algunos en concreto, lo cual la mayoría de nosotros supusimos al instante que sería para usar con fines militares y nos miramos con mala cara unos a otros pero sin poder decir, ni hacer nada para evitar que siguieran adelante con eso.

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