Lana e hilos violeta

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Era invierno cuando toqué esos guantes de nuevo y me pude percatar de que rastros de tu tacto seguían allí.


Mi piel erizada logró que volviese a sentir aquella sensación que solías causarme al acariciar mi largo y sedoso cabello mientras me observabas, con tus ojos pardos cual leopardo en plena caza de ciervos, para repetir una vez más esa frase que tanto me saciaba y me llenaba de felicidad el alma.


Pero no se sintió igual, pues no eras tu, solo era tu recuerdo y yo alucinando de nuevo. Cansada de pensarte pero también ya de no hacerlo.


Oh, si te explicará yo los miedos que he tenido desde que partiste hacia el camino de la oscuridad no me creerías, y dirías; ¿Tú? Pero si eres quien me enseñó a ser fuerte, ¿en que se ha convertido mi fruto de esperanza?


Se me vuelve a erizar la piel y ya no es tu recuerdo físico el que quema...ahora se ha potenciado con el recuerdo de tu voz.


Tu voz. Tan ronca por las mañanas y tan tranquilizante en mis noches de sueños horrendos. Que no he de extrañar de esa voz que repetía la palabra 'orgullo' más de 22 veces al día. Si. Llegué a contarlas en su momento de necesidad.


Y ahora esta prodigio vive con ese miedo de que esa voz se vaya de su mente llevándose consigo todo rastro de recuerdo de que alguna vez este Ser fue real.

Pequeños textos sin relación algunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora