Estaba sentada en mi cama, acababa de despertarme.
Miré a mi armario y saque la ropa que iba a usar: una blusa anaranjada, un jean, y unas zapatillas convers negras.
Me puse rápido mi vestimenta y volví a sentarme en la cama.
Esta vez miré mi habitación.
Estaba pintada de rosa desde hacía años pero tenía el techo blanco. Jamás me había gustado como era, pero ahora me parecía maravillosa, perfecta.
Miré mis valijas que estaban a un lado de la puerta. En ese momento me recorrió un escalofrío.
Ganas de no irme jamás de ahí. Incluso cuando en una hora tenía que estar en el aeropuerto, viajando a California.
Me vestí y bajé a la cocina. Mi mamá estaba abajo.
Apenas me vio comenzaron a caerle un par de lágrimas.
-Natt... Lamento no haber sido la mejor madre del mundo, lamento no haberte prestado tanta atención pero... -sonrío un poco-... Me doy cuenta de que estas creciendo. Y ya vas dejando de ser una nena, ¿qué digo? ¡Tienes 16 años! Sos toda una mujer ahora. Y no hay nada que pueda hacer para que eso cambié, me gustaría haber sido una mejor mamá para vos y... - la interrumpí, abrazándola. Ahora yo también sentía ganas de llorar, pero me contuve. No quería irme nunca. Que estúpida fui al querer irme de esta casa. Pero no hay vuelta atrás.
- Fuiste la mejor mamá que pude pedir.- Dije cerrando los ojos.
Mi mamá se secó las lágrimas y se separó de mi y dijo todavía secándose los ojos:
-Bueno, ve a terminar de prepararte.
Yo también aproveché que me hablaba para limpiarme una gota que había logrado escapar de mi ojo.
Pensé en exprimir dos naranjas para jugo, pero preferí no tomar nada para evitar devolverlo por los nervios.
Iba a ser mi primer día de escuela y mis nervios no podían crecer más. Había sido algo tomado demasiado a la ligera por mi parte; dios mío, que idiotez hice al aceptar.
-¡Papá, apúrate que llegaremos tarde!- Grité; yo era el tipo de persona que prefería llegar una hora y media antes de que salga el micro, al contrario de mis padres, que por alguna razón preferían llegar cuarenta segundos antes de que este saliera.
-¡Ya voy! ¡Sólo dos minutos más!
Esos "dos minutos" fueron literalmente treinta y siete minutos de espera y yo estaba apunto de desmayarme de los nervios que tenía. En otros treinta minutos más mi transporte se iría y yo no estaba segura de llegar a tiempo.
Apenas salió, corrimos al auto los tres.
Llegue a la estación y me subí al micro después de escuchar al conductor decirme que no estaban saliendo porque estaban esperándome.Vi a mi familia saludar por la ventana y los salude de igual forma, sabiendo que mi vida cambiaría como nunca antes.
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"Lesbiana" en internado de HOMBRES
HumorNatalie Parkson es una chica de 16 años que vive felizmente en Brooklyn y a la que sus padres decidieron mandar a un internado en California. Luego de lloriquear y pelear, accede (aunque no hacerlo nunca fue una opción). Al llegar, descubre que est...