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«La vida no es un problema para ser resuelto, es un misterio para ser vivido.»

Observo la ventana mientras las gotas se deslizan lentamente. Me gusta que llueva, no me resulta para nada molesta a pesar de tener una piel bastante extraña. Siempre se encuentra fría, no un frío natural como el que tienen las manos de mis amigas en invierno, no, es como tocar hielo.
En el orfanato de Heanhy no hay dinero para llevarme al médico. Bueno, llevarme me han llevado pero no hay dinero para los costosos experimentos que harían conmigo para averiguar los secretos que esconde mi fría piel.
Lo único que deseo es que llegue mañana, cumpliré los diecisiete años y, aunque no sea mayor de edad, me dejarán marchar para que así pueda continuar mis estudios en el instituto del pueblo, mucho mejor que el del orfanato. Gracias a la señora Parks podré trabajar en una cafetería cercana al instituto para pagar mis estudios.

La puerta de la habitación es abierta por alguien. No estoy mirando la puerta por lo que no sé quién es, no quiero volverme. Ha caído un rayo, por lo tanto dentro de poco se oirá un estruendoso trueno y amo oírlos. Siento un peso a mi lado sobre la cama.

       —Deberías dormir, Nix —me aconseja la señora Parks.

No respondo al momento porque suena el trueno. Después me vuelvo a verla. Es una mujer que ha llegado a la vejez pero eso jamás le ha quitado la alegría de sus ojos castaños ni la energía. Sonrío ligeramente y señalo con la cabeza la ventana.

       —Me gusta ver la lluvia.

     —Mañana deberás marcharte pronto, lo más correcto sería irte a dormir temprano. Así mañana te despertarás con energía y no tendré que verte observar la pared como si contuviese más misterios que esos libros que lees.

     — Bien, voy a dormir — respondo rindiéndome —. Buenas noches, señora Parks.

     —Descansa, querida.

Me da un beso en la frente y se marcha.

Mis compañeras de habitación han ido desapareciendo con los años. Todas eran mayores que yo y se han marchado al cumplir la mayoría de edad. No han venido demasiadas personas nuevas; como vivo en el piso superior y las habitaciones se asignan del piso más bajo al más alto no se ha vuelto a llenar. Eso es algo que me alegra y no sólo porque así tengo toda la habitación para mí, sino que significa que hay más niños que tienen a sus padres junto a ellos, con una familia.
Me recuesto sobre la cama y cierro los ojos imaginando cómo será mi vida allá. Lo deseo realmente, lo deseo mucho. Viviré sola en un pequeño apartamento a dos manzanas de la cafetería y tres del instituto.

Dejo la última caja en el suelo del salón. Con esto he terminado. Cierro la puerta principal para poder observar el apartamento. No es demasiado grande, es pequeño. Tiene una habitación, en la que dormiré, un baño, un comedor, una cocina, un despacho y un trastero. Lo típico en las casas pequeñas. Me conformo, tendré más espacio personal que en el orfanato y viviendo sola no necesitaré casi espacio. En todo caso, si no pudiera costear los gastos puedo buscar alguna persona con la que compartir el piso. Está a nombre de la señora Parks; ella no tendrá problema con que lo alquile a alguien para poder pagarlo. Posiblemente incluso se niegue a que deba perder espacio y quiere perdonarme las deudas pero no pienso dejarle, quiero ser responsable y eso implica pagar.

Después de las extensas explicaciones  de mi nuevo, y nada agradable, jefe me pongo del delantal de la cafetería comenzando por fin mi primer turno. No me cuesta demasiado adaptarme. Los clientes, mayoritariamente, son fáciles de tratar y congenio bien con el resto de compañeros. Son dos chicas y un chico. El chico trabaja en la cocina, se llama Jean-Luc, es francés. La chica con la que mejor me he llevado es Ixtab, es dos años mayor que yo. La otra chica trabaja de camarera, como yo. Al moverse continuamente, de lado a lado, no hemos coincidido demasiado para hablar. Su nombre es Claire y es una ironía, ya que su pelo es tan oscuro como la noche.

ColdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora