emocion

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Feliz, esa era la plalabra que me definía por completo.

-¿Estás lista? Nos están esperando.

Tal vez, es posible que después de mis malos momentos, sí vinieran las recompensas.

-Sí, un momento que me retoque – le sonreí. Él se quedó en la puerta, observando a su hermana pequeña.

-Hola – dijeron, provocando que apartase mi mirada del espejo.

-Hola – le sonreí levemente, un tanto tímida.

-¿Vamos? – me tendió la mano.

-Vamos – se la cogí.

Anduvimos hasta llegar a casa, donde al abrir la puerta, todos estaban riendo como bebés. Sin poder respirar, regocijándose en el sofá.

-Veo que ya os olvidáis de mí – dije al entrar. Rápidamente se levantaron y vinieron hacia mi alrededor. “____, ¿estás bien?” “¿Por qué nos dejas así?” “¿Eres tonta? Nos tenías preocupados…” Me atacaron con preguntas.

Se ve que también después de haberlo pasado mal por irme a llorar y a cogelarme de frío, tuve otro regalo. Posiblemente, hablaron de no hacerme daño. Yo era su bien más preciado y nadie quería verme así. Resumiendo, son amigos. Y más de lo que yo podía imaginar. Ya dije, en su momento, que eran completamente iguales.

-¿Pasa algo? – preguntó Louis, extrañado.

-No, nada – dijimos a la vez, mientras nos sonreíamos mutuamente.

-Ya… - frunció el ceño y bajó abajo. Donde mis queridas chicas y Liam, compartían el momento con Ángela y con Zayn. Incluso Niall estaba allí echándose unas risas con aquellos que después de mi llanto, acabaron como hermanos. Nadie sabía en ese momento, lo encantada que estaba. Nadie.

Seguí retocándome mirando fijamente al espejo, por si por un causal, el eyeliner resbalase y cayera en mi ojo. Sentí unos brazos rodeando mi cintura y una barbilla apoyándose en mi hombro, además de esos ojos verdes reflejándose en el espejo.

-Qué guapa estás esta noche – susurró en mi oído, haciendo que sonriese tímidamente -. ¿Sabes? Me encanta esa sonrisa, y más si la he provocado yo – besó lentamente mi mejilla.

-Pues a mí me encantas tú – bajé mi rostro hasta mirar el suelo, ocultando la rojez en mi cara. 

Muy, muy tímida, seguí maquillándome hasta quedar perfecta. Como siempre conseguía. Tampoco sabía cómo terminé de gustarle a él, ni cómo de que después de ese beso no nos distanciáramos por la vergüenza. Quizá, sea el amor.

-A ver, a ver que te vea – cogió mi mano y me hizo girar sobre mí misma -. Perfecta, como siempre – sonrió cogiéndome de la cintura y acercándome a él. Como si de un acto reflejo se tratara, mis brazos se enrollaron en su cuello y mis labios se pegaron a los suyos. Sería tímida al hablar, pero no a demostrar lo que siempre había querido expresar. Mis sentimientos hacia esa personita.

-¡_____! ¿Por qué tardas tant…? – nos separamos, se quedó como si un fantasma hubiese visto -. Aquí ha pasado algo – dijo con ese tonillo típico de la amiga negra, de las comedias románticas americanas, además de con un movimiento muy gracioso.

-No, nada – miramos de un lado a otro como si réplicas fuésemos.

-Sí claro – se posó en el marco de la puerta, además, cruzando sus brazos -. Os estábais besando y no pasa nada, ¿no?

Viendo que no comentábamos nada, hizo una de las suyas.

-¡¡Ai mis niños que han conseguido lo que querían!! – nos cogió de los cuellos e hizo que creáramos un abrazo. Aunque nosotros un tanto extrañados, no entendimos lo que acababa de decir.

soldado del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora