Había una vez un niño que creció prácticamente huérfano desde su nacer.
Eduardo, chico con ojos verdosos, como lo de su madre, cabellos oscuros como los de su padre.
Nació con una maldición, arrancándole la vida a su primer amor.
Su madre quien dio un último respiro por ver a aquel niño vivo.
Haciéndolo conocer después aquella chica que lo hiciera recapacitar, para enamorarla sin dudar, logrando entrar en su corazón por la eternidad.
-Humanos, tan frágiles y soberbios, que me sorprenden aprender de ellos.-
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El costurero
Short StoryLos humanos son tan hermosos, como tan desatrozos... pero siguen llenandome de gozo.