Cinque°

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"Te deseo, como mi piel desea la luz del sol, reflejas la luz del día; y te pregunto ¿Qué hiciste con mi vida?".

Por fin, hoy, hoy era el gran día, sentía como la adrenalina se adentraba en mí, como las pulsaciones de mi corazón galopaban de una forma extraña. Tocaría La vie en rose decidí que sería esa porque me sentía identificada con cada palabra y melodía de esa canción.

- Hey, hey Anthea presta atención- irritada le dijo Martina, le molestaba que Anthea no le prestara atención, faltaban dos concursantes más y saldría ella. Martina sabía que tenía un talento único e inigualable, sabía que era capaz de cualquier cosa. Pero le hacía creer lo contrario para que se esforzara más, y diera todo de ella en ese escenario.

- Faltan dos y sigues tu- asintió con unos nervios notorios, su pie izquierdo no dejaba de moverse- tranquila Thea, todo saldrá bien confió en ti, todos sentimos nervios y miedo, miedo a que no sea como esperamos, miedo al fracaso, nervios a no ser aceptados. Pero si eso llega a pasar te levantas, más fuerte y continuas. No puedes darles el poder de hacerte temer, ni controlar tus sentimientos. Hazlo por ti, por tu abuela.

Era cierto, Tenía que hacerlo, por mí, por Martina y tantos años de trabajo, dedicación y practica. Por mi abuela la mujer que me enseño a amar lo que hago. De un momento a otro los nervios se fueron, era tiempo de ser valiente, decidida ¿Por qué si no lo hacía yo, quien lo haría?

- Anthea Ceccomanciní - apareció un joven con una carpeta- es su turno la están esperando.

Asintiendo me levante, con pasos decididos llegue hasta dentro del teatro. Estaba totalmente solo excepto por los 3 críticos que se situaban en el medio de todos esos asientos solitarios. Como me dijo Martina eran dos hombres y una mujer, me fije en el escenario, estaba una silla y un pequeño mostrador para poner las melodías. Me senté con suma delicadeza y saque la viola del estuche y puse las partituras en el mostrador, ya con todo listo alcé la vista y dije:

- La vie en Rose.

Con firmeza agarre la viola y me la acomode entre el brazo y el mentón, ya lista para todo, decidida era ahora o nunca, decidí alzar la vista para comenzar y no sé si fue lo mejor o peor que puede haber hecho.

Ahí, ahí estaba el "desconocido de la cafetería" y volví a sentir esa corriente desconocida para mí por todo mi sistema, y ahora también algo en el estomago, estaba hipnotizada con esas esmeraldas de sus ojos era lo único que lograba visualizar, no sé cuanto paso si fueron siglos, años, horas, minutos o tal vez hasta segundos; pero a mi parecer fue una eternidad. Sacudí mi cabeza deshaciéndome de esos pensamientos y sentimientos, no era tiempo para observar a una de las 7 maravillas del mundo.

- Puede comenzar- dijo el otro hombre, asentí y inhale lo más profundo posible y comencé.

Sosegadamente comencé a sentir la melodía por mi interior, cerré los ojos por inercia, ya que me la sabia de memoria. Tantas horas de práctica "hacen al maestro", sonríe sin poder ocultarlo acordándome de Martina gritándome esa frasecita que me volvía loca.

Las más altas me hacían recordar a ella, a la mujer que me crió, a su amor, ternura, sentí la opresión en mi pecho, y ahora no era más que mis sentimientos y yo; cada abrazo, cada promesa eran un nudo en mi garganta, debía ser fuerte como ella siempre quiso que lo fuera. Me imagine tocando para todo tipo de personas, quería hacerle saber a todos que algo tan simple como una melodía puede cambiarte completamente. En mi mente agradecía a Dios por darme la oportunidad de estar ahí, sana, haciendo lo que me gustaba; en ese instante podía decir que era Feliz. Porque cuando haces algo que te gusta y te apasiona, que puede que te agote pero seguirías haciéndole sin fin. Es un sentimiento que no muchos comprenden.

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⏰ Última actualización: Oct 06, 2019 ⏰

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