Capitulo 8 -Takeshi-

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Regrese a la sede de mi gremio cansado, vaya que aquella "persecución" fue agotadora. Así que fui directo a mi dormitorio a tomar un baño caliente y relajante para después ir a mi cama.

Mi habitación era bastante amplia y espaciosa, tenía un librero lleno a más no poder el cual no he tocado desde mi llegada, un cuarto de baño y armario bastante grandes, y una cama en donde podrían estar perfectamente dos personas sin saber que la otra esta allí, recuerdo que cuando recién llegué, pensé que compartiría ésta habitación con alguien más, pero no fue así, estaba solo desde que mi padre me dejó aquí.

Entré al cuarto de baño y preparé el baño caliente y burbujeante. Treinta minutos después salí y me puse un atuendo ligero y cómodo para dormir, después me metí lentamente en mi cama con sábanas de seda y al siguiente instante estaba en un profundo sueño.

Desperté al alba y decidí salir a correr un poco con los demás, me apresure, tomé un abrigo ,ligero pero que me calentara mientras aparecía el sol, y salí dando grandes zancadas en dirección al campo de entrenamiento, allí estaba Yumiko quien levantó su mano, saludándome.

-¿Cómo éstas? Hace mucho que no te veo. ¿Qué has estado haciendo, pequeña?- Dije en cuanto llegué a su lado.

-¿Tu qué haces aquí? Eres el mejor de este gremio, deberías estar dormido, cuando te arrebate tu lugar de favorito, juro que no me verás en los entrenamientos.- Dijo cruzándose de brazos y luego se volvió a mirarme los ojos.- Y no soy pequeña, fácilmente podría vencerte en arquería, no digo que en combate cuerpo a cuerpo porque eres más grande y alto que yo, pero solo es poca la diferencia.

-Lo que tu digas pequeña- dije acariciando la cabeza de Yumiko.-¿Qué haces aquí?

-Algunos asesinos por aquí no son como tú, que tienen el permiso de andar por allí a su antojo, y tienen que venir a entrenar para ser tan buenos como tú.

Es cierto, desde que me hice tan "bueno" haciendo esto, el jefe de este gremio me dio ciertos peivilegios los cuales pocos gozan.

-Cierto, casi lo olvido- dije colocando una mano atrás de mi nuca, ella pusó los ojos en blanco y se alejó.

Corrimos por la pradera aledaña a mi gremio durante una hora y media, fue divertido, pero cuando llegamos noté que era el único que no estaba cansado, los demás estaban agotados y había tres personas que estaban al punto de desmayarse, me pareció algo gracioso e intenté ocultar mi risa pero no lo logré del todo así que tenía una mueca en el rostro.

Regresé a mis aposentos y me dispuse a leer, tomé el primer libro del estante que encontré y lo abrí en el primer capítulo, era una historia de romance con el toque perfecto de drama, me fascinó y seguí así toda la tarde, incluso solicité comer aquí solo para poder seguir leyendo.

Me sumergí en la historia por completo hasta que el reloj me devolvió a la realidad, estaba marcando las ocho. ¡Oh no! Estaba metido en un verdadero lío, se supone que debía encontrarme con Mizuki en aquel callejón hace dos horas, de seguro me matará.

Salí por la ventana y salté, no estaba tan alto solo era el segundo piso, antes de eso me aseguré de cojer mi capa negra para abrigarme, seguramente haría frío ya entrada la noche.

Corrí lo más rápido que mis piernas y pies me permitieron, no fue problema porque era muy veloz (sin alardear) así que estaría en ese callejón en menos de cinco minutos, o eso esperaba.

Tal y como tenía planeado llegué en cinco minutos pero había algo que me pareció extraño, ella no estaba. Había dos posibilidades: una, que aún no haya llegado porque se tardó mucho en arreglarse; dos, que se le hubiera agotado la paciencia y se haya marchado hecha una furia hacia su gremio. Me aferré a la primera posibilidad porque en realidad esperaba que así fuera, pero muy en el fondo sabía que lo más probable es que se haya marchado.

-¿Cómo osas hacer esperar a una mujer?- su voz me sacó de mis pensamientos, aunque se le escuchaba molesta.- ¿Es que acaso no te han enseñado modales aún en ese estúpido gremio?

-¡No es estúpido!- alcé mi tono de voz y después de un instante bajé mi cabeza, no la veía solamente la escuchaba- ¿Cuánto tiempo estuviste esperandome?

-Para tu suerte, no mucho- bajó con elegancia y de un salto del tejado, traía capa también. -Me quedé profundamente dormida, llegué hace diez minutos, creo.

Después de responderme se quitó su capa y dejó ver un lindo vestido corto y color negro de manga larga, en su cabello estaba un lazo color negro que resaltaba ante su cabello blanco platinado. Sus ojos de ese tono carmesí que me encantaba brillaron por un segundo, pero después simplemente me miraron con indiferencia y se tornaron oscuros.

-¿Sobre qué quieres hablar conmigo?-pregunté, ya que ella fue quien me citó aquí.

-Sobre tus sentimientos- lo dijo con tanta indiferencia que me tomó por sorpresa.- Eso que sientes por mi no puede ser real, hace mucho tiempo que no te veía y ahora llegas diciendo que me amas. ¿Estás completamente seguro de que así es? Porque a mí me parece más una distracción que una declaración.

-¿Distracción? ¿De qué te distraería?

-Como sabes el gremio al que perteneces no tiene una buena relación con el mío, y ambos somos dos asesinos enemigos, no tenemos que mantener el tipo de relación que deseas. Además, me han ordenado matarte y estoy segura de que pronto te pediran hacer lo mismo conmigo.

-Preferiría morir antes de matarte- no podría soportar vivir sin ella.

-Me alegra que pienses así, porque pronto dejarás de respirar- una sonrisa psicópata se formaba entre sus labios. ¿Iba en serio con matarme?

-Espera, ¿qué tengo que hacer para que me creas?.- Así como llegó, su sonrisa se esfumó sin esperarlo.

-Fácil, demuestrame que no mientes, que dices la verdad y sólo la verdad.

Bajé la cabeza, pensaba en cómo demostrárselo, hasta que algo se me vino a la mente:

-Mizuki- levanté de un golpe mi cabeza y la miré directamente a los ojos-,te amo.

Ni si quiera se inmutó, se quedó allí parada, sólo se cruzó de brazos. Al siguiente instante lanzó un cuchillo, no apuntó hacia mi así que no me moví. Noté una pequeña expresión de asombro.

-Idiota, no con palabras, esas siempre son mentiras.- Agachó su cabeza y supe de inmediato que pensaba en la promesa que le hice, sobre quedarme a su lado.- Demuestralo con hechos, acciones, de esos que en verdad sientes en tu corazón y se te quedan grabados en la mente.

Y entonces supe qué debía hacer...





















Corazón de asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora