Un enorme error.

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Hoy es otro día mas, pero con acciones inesperables. Estaba entrando por la puerta de la escuela cuando me agarraron por atrás y me daba vuelta. ¿Qué hice? La única cosa en mente que tuve en ese momento fue esas palabras de mi mama "Defiéndete aunque esa persona sea yo" le pegue un codazo a la persona X , salí corriendo pensando que podía ser un profesor o hasta la mujer que limpia (donde ella me aprecia mucho).Una vez en mi casillero, agarre un alcohol en gel y lo esparcí por mis hombros y lo limpiaba con un pañuelo. Guarde y agarre cosas, me fui directo al campus donde esperaba.

Espero no haberle dejado ningún moretón a esa persona, pero bueno, ¿Se lo merecía? En parte.

-¿Qué hace una dama con alcohol en gel en sus hombros?-Pregunto una voz y me fije por su sombra en el pasto. Alto, figurado, sus piernas flacas y una mano señalando mis hombros. Stanley, sin duda.

La alegría me venció.

-¡Stanley! ¡Te extrañe! ¿Tienes chupetín?-Pregunte emocionada y mirando sus rasgos.

-Amelin, no siempre es chupetín. Soy un kiosco con variedades infinitas.

Se rio y se tocó en el cachete que no podía ver.

-¿Qué te paso ahí? ¿Dolió mucho?-Pregunte mirándolo preocupado.

El asintió con la cabeza tocándose el cachete.

-Alguien me dio un codazo. Alguien que no sé quién es. Ojala conozcas a esa persona porque-

Mierda. Mierda. Mierda y más mierda.

-Creo que es mejor no echarle culpa a esa persona ¿No? Eso es malo, Satanás puede escucharte.

-Seguro.-Dijo con sarcasmo.- Unos amigos me empujaron y agarre a alguien de los hombros. Nadie me levanto porque se estaban riendo.- Y se rio acordándose.- Debe ser una de esas nenitas nuevas.

Me ruborice y me acomode en el mismo lugar incomoda.

-Sí, puede ser como no. Me refiero que, si es una nueva nena, pudo haber pensado que no sé, ¿defensa?

El me miro como si estuviera loca y revolee los ojos.

-Que mente abierta, eh-Rio como si estuviese desplomándose en un sillón.- No es nada de eso, solo son nenas nuevas que no saben cómo lidiar con este nuevo mundo de mierda.

Del bolsillo saco un cigarrillo largo y el encendedor. Lo acomodo en la boca y lo encendió. Fumo y puso su mano para que no lo vean. Siguió fumando, el cigarrillo se iba achicando y el humo se agrandaba. Soltó toda lo que había fumado e hizo nubes, lo que me sorprendió. Y lo hizo varias veces más, lo aplasto en un tronco, cabo un pozo pequeño con las manos y enterró el cigarrillo como un cuerpo. Coloco en el troco mediano arriba del pozo cavado y me sonrió de lado.

-¿Chocolate?-Pregunto sacando una barra de chocolate envuelta en papel gris con una tarjeta que decía "Para mi clienta, Amelin" asentí en silencio y la guarde en mi mochila. Le agradecí con una sonrisa.

Seguía pensando en el cigarrillo de Stanley ¿No se darían cuenta por el olor a humo? Pero parecía que a él no le importaba. Él tenía algo especial que todavía no podía descubrir y moría por hacerlo. Se levantó y beso mi cabeza, caminando se fue dejándome con el cigarrillo muerto.

Cuando aparecía Stanley en el campus, la energía cambiaba o mis sentidos me avisaban que el entraba. Teníamos conversaciones y no todo era golosinas. Últimamente pasaba mucho el tiempo con él, que me empezaba a alejar de Tania y Caleb me miraba más de lo habitual. Stanley llego a ser un chico que era capaz de tirarse de un barranco por alguien que quería. Seguía sorprendiéndome con las nubes de humo que hacía, pero cuando lo hacía se iba dándome un beso en la cabeza. Nunca pude preguntarle como él podía hacerlo, porque me quedaba helada cuando lo veía. Sus sorpresas fueron mejorando el día que le dije, "Las nenas nuevas si saben lidiar con este nuevo mundo de mierda" y le conté sobre cuando le había pegado yo el codazo. Me conto que él quería saludarme con una sorpresa pero yo me defendí por susto, le reproche que me había mentido diciéndome que unos amigos lo empujaron, pero negó diciendo que era verdad y después se había dado cuenta que era yo. Sin embargo nos disculpamos mutuamente y habíamos seguido hablando como dos idiotas que se reían por la mosca que no dejaba de acosar a Stanley.

Sin darme cuenta, le había dicho mejor amigo. Él se asombró y abrió la boca para decir algo, sin embargo nada había salido pero su respuesta fue un abrazo cariñoso. Me había puesto colorada hasta que las manos empezaron a sudarme. El abrazo fue en público donde 4 ojos me hicieron como una radiografía intensa en menos de un minuto. Una nena de ocho años y un chico de dieciséis ¿Algo malo? Nah.

-Tienes un largo, duro y hermoso minuto para que me expliques que carajo hacías con ese chico.-Dijo Tania agarrándome del brazo y marcando sus dedos largos pintados de blanco suave. Las cejas de ella siempre estaban rectas pero ahora podría decirse que las tenía más alta que la Torre Eiffel.

-Bien, te lo explicare. Pero cuando yo quiera.- Dije clara y soltándome de su brazo.

Soltó una carcajada y se cruzó de brazos.

-¿Te estas escuchando Amelia? ¿Quién eres?

Nos encerramos en un aula, donde nos encontrábamos en diferentes lugares.

-Es una pregunta estúpida, soy la misma persona de siempre.

-Yo no estaría muy segura. ¿Quieres que te cuente las acciones que tuviste conmigo?

Se paró en la pierna contraria y los brazos colgaban, con los puños cerrados conteniéndose.

-Tienes cinco minutos.-Propuse.

-A- señalo con el dedo índice.- Tus notas han bajado, B, te la pasa con ese chico oscuro que no sabes ni siquiera su pasado. C, me has evitado a toda costa, D....

-Tres minutos.- Dije.

Su cara era una mezcla de furia, tristeza y sorpresa. Abrió su nariz como lo hacía cuando estaba molesta o enojada.

-En este momento me importa tres hectáreas de- No llego a decir nada porque cerro los ojos y suspiro.- D, Te has olvidado mi cumpleaños, nuestras tradiciones, nuestros recuerdos, los regalos. Y los más importante no te has dado cuenta de que alguien esta celoso de Stanley, además de mí.

Listo, las lágrimas de Tania salieron y ella rápidamente se las seco. Era la primera vez que la hacía llorar, tampoco la había visto llorar, pero sabía lo mucho que le importaba su cumpleaños y que yo le desease uno.

Oficialmente me había convertido en un monstruo.

-Tu cumpleaños. ¿No era en mayo?-Me pregunte para mí misma pero ella se quejó con, todavía, sus lágrimas.

-¡Fue ayer, Amelia! ¡Ayer! ¡El 9 de Junio!- Grito y corriendo se fue del aula. Los alumnos empezaron a entrar y sentándose en sus asientos. En ese montón entraba Caleb, donde me miraba con los ojos cansados y negando con la cabeza.

Ahora sí, era nacional. Era el monstruo de la primaria. A Tania la perdí, y Caleb me quería.

Dos en una.  


Potion & Poison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora