Un dolor de cabeza.

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Me había quedado en mi cama todo el día. Había faltado a la escuela, un viernes y planeaba hacerlo el lunes si era necesario para calmar mis pensamientos. Supongo, que era verdad lo que me había dicho Tania, no sé quién era. Y tampoco sé cómo descifrarlo ahora. No estuve en el momento más apreciado de ella, y lamentablemente se cómo se siente. Ojala que el rencor de ella se esfume rápidamente, pero no me hablaría hasta que el mes de febrero tenga treinta y un días. La pista que ella me dio sobre que alguien estaba celoso de que este con Stanley me hizo repensar, tendría que estar con personas de mi edad, y personas que me entiendan. Pero el problema era que Stanley me entendía a la perfección y yo a él. Pero yo a Caleb no, y pareciese que el a mi no. Caleb me odiaba, y no encontraba el motivo por que el me odiaba. Capaz, porque soy una chica y él es un varón... Como decía, el lunes voy a faltar porque no puedo dejar de pensar estupideces.

-Mama-Grite con muy pocas ganas, o las que me quedaban.

No se escuchó nada, proveniente del Living o de la cocina. Sus dos lugares favoritos. Lo único que faltaba era que me baje de la cama para poder ver si estaba mi mama viva. La tristeza me venció y pensé en positivo por mi mama.

Me quede mirando la pared blanca que tenía enfrente. Pero ese momento no duro mucho tiempo porque la ventana se abrió de golpe y algo cayó al suelo con fuerza. Lo único que faltaba era que me robaran cuando no sabía dónde demonios estaba mi mama. Se paró de repente, atontado por la caída, y se paró firme.

Y yo seguía en la cama, con los brazos cruzados resignada a lo que pasaría. Absolutamente nada.

-¿Amelia?-Pregunto alguien.

Me levante despacio, cuando lo único reconocible que pude ver antes de desplomarme reiteradamente en la cama, fue el pelo y las cejas de Caleb.

-¡Amelia!, ¿Me escuchas?- Dijo una voz lejana, veía todo borroso y si más me esforzaba para saber en dónde me encontraba más me dolía la cabeza. Siento una mano en mi cabeza y algunos sentidos se iban acomodando.

-Dios mío, pensé que te habías desmayado de nuevo.

¿Caleb me estaba tocando la cabeza? Que atrevido...

Me pare de repente y me maree. Lo vi sentando en el sillón y me pregunte como él había llegado hasta acá y yo también. La última vez que lo había visto fue en mi cuarto y yo me desplome. Me agarre la cabeza porque sentía como el cráneo quería partirse en dos.

-¿Por qué me duele tanto la cabeza?-Pregunte con un nudo en la garganta por el dolor que me traía.

-¿Y cómo crees que llegaste hasta acá abajo?- Pregunto con una ceja levantada.- Te agarre de un pie y salí por la puerta, por suerte la escalera quedaba cerca de tu puerta porque no fue fácil arrastrarte. Y así hasta abajo con mis dos manos agarre tu pie. Tu cabeza rebotaba y hacia "Pum, Pum, Pum"- Hizo varios gestos con la cabezas para arriba y abajo. Yo sin darme cuenta hacia los mismos movimientos. Mi cara estaba contraída y las lágrimas salían sin cesar.- Por eso te duele tu cabeza.

-¡Te voy a matar!- Dije furiosa y me lance contra él. Estuve a punto de pegarle, pero él retuvo mi puño y me dio vuelta.

Pero esta persona siempre está en todos lados, mi mama, cuando siempre me atrapa haciendo cosas que no están en su lista de cosas preferidas.

-¡Amelia! ¿Qué haces pegándole? ¡Suéltalo, ya! Por el amor de Dios ¿Nunca podes ser amable?- Gritó mi madre espantada y corrió hacia nuestras dirección. Me corrió a mí y a Caleb.

-¿Estas bien?- Le pregunto. Yo con los brazos cruzados fui en busca de hielo para mi cabeza.

Llegue a la cocina y agarre lo que necesitaba.

-¡Amelia!-Grito del otro lado de la sala mi mama.

-Hay algunas pastillas en mi cartera para la cabeza, tómatelas solo dos.- Dijo. Se recogió su pelo morocho en un rodete y respiro tranquila unos segundos.- ¿Quieres quedarte a tomar o comer algo?

Las pastillas habían pasado bien por la garganta pero cuando escuche es palabras jure que las sentí subir de nuevo. Sí.

-Sí, ¿Cómo no aceptar la invitación? Sería un gusto.-Dijo agregándole una sonrisa a mi mama.

-Él no se puede quedar acá, mama.

Me miro y me agarro por los hombros llevándome un lugar lejos de los oídos de Caleb.

-Claro que sí, yo lo invite no tú. Ese dolor de cabeza se te incrusto fuerte.- Dijo a mi altura. Se había agachado y me señalaba con su dedo largo y fino. Ella siempre había sido dura con todos pero respetaba a todos, y todos respetaban a ella. Cuando se enojaba, sus ojos celestes se tornaban grises y las cejas negras se inclinaban levemente para abajo. Tal cual como ahora.

-¡Mama, escúchame! ¿Sabes por qué me duele tanto la cabeza? ¡Me agarro del pie y me arrastro hasta acá, hasta este piso!- Le dije con mi tono de voz, apenas elevado. Ella me miro y se empezó a reír.

-Pero que estupidez Amelia. Quisiste volver a dormirte y te golpeaste la cabeza muy fuerte en la pared. Caleb bajo corriendo a ver si había alguien en casa y me vio cocinando. Te baje en brazos hasta el living y te deje en el sillón. Cuando quise quedarme para ver como reaccionabas, él se ofreció para cuidarte y puede seguir cocinando. Fin, nadie te agarro o algo ridículo.- Dijo.

Oh. Más que vergüenza sentía, se podría decir que no había palabras para esta comezón y ganas de vomitar. Igual quería siguiendo que se vaya de la casa. Refunfuñe y con mi boca forme un puchero.

-Solo falta que tomen el té.-Conteste. -¿Y por qué no me conteste cuando te llame?

-Nunca te escuche, solo en tu mundo se habrá escuchado. La próxima hay que gritar ¿De acuerdo?

Mordí mis labios en modo de estar rendida y bufé. Después mi cara cambio a las peores expresiones que pude sentir.

-¿Lo invitaras?

Mi mama me miro y sonrió. Esa sonrisa era más transparente y no veía buenas intenciones que una sonrisa pretende tener.

-¿Nunca te he dicho que en un futuro te iría de maravilla en ser adivina?- Exclamo y soltó una carcajada.

Estaba completo. Caleb había tirado mi examen (trate de no recordarlo más y darlo por sentado), luego se burla de mí en la clase por el examen, me persigue en la calle y me pega un cartel en la espalda, me defiende en el cumpleaños de Tyler, se pone "celoso", (en muchas comillas) porque estoy con Stanley últimamente, Caleb se presenta en mi casa como si la fuese a robar y se queda cuidándome en el sillón. ¿Qué le pasaba?

Capaz un poco de veneno en el té para un diablo no haría daño. Pero un poco de amor al te, para un diablo, pasarían cosas impredecibles que uno no alcanzaría a entender.


Potion & Poison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora