Capitulo 4

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Paramos delante de un edificio de cuatro plantas. Tiene la fachada revocada de monocapa, color mostaza y revestida con ladrillo de era. Los zócalos son de pizarra amarilla y tiene un atrayente aire rústico. Las palabras Hotel Hanna resaltan en un enorme cartel en la zona más alta.

—Hemos llegado, señorita —observo todo a mi alrededor.

—Oh, bien pensado. Desde luego no vendrá a buscarme aquí... —sale del coche y abre mi puerta para ayudarme a salir de él.

—Esa es la idea —una amplia sonrisa se dibuja en su cara. Entramos al edificio, donde un gran recibidor con paredes cubiertas de piedra y madera nos da la bienvenida.

—¡Buenas tardes, César! —un hombre trajeado de unos 50 años sale a recibirnos. Acto seguido se abrazan, dándose varias palmaditas en la espalda.

—Hola, Manuel —le dice mientras se aprietan uno contra el otro—, esta es Natalia, nuestra invitada—. Manuel y yo nos damos la mano y no puedo evitar ponerme colorada.

—Encantada —digo con sinceridad.

—Tenemos lista la habitación que nos pediste —¿ha dicho que nos pediste?, creo que ya sé a quién envió el mensaje antes.

—Perfecto Manuel, siempre tan eficiente —le guiña un ojo y Manuel sonríe.

—Mandaré a alguien a recoger las pertenencias de la señorita mientras subimos a la habitación.

—Hasta mañana no estarán aquí sus cosas —le miro con los ojos como platos, pero no digo nada, supongo que está esquivando das explicaciones y no quiero meter la pata—. Dame la llave y quédate aquí, yo acompañaré a Natalia a su habitación —mientras se la entrega vuelvo a mirarle desconcertada por esa contestación tan autoritaria.

—Por supuesto, no seré yo quien lleve la contraria al jefe —sonríe y se gira hacia mí. Sabe que esas palabras me han dejado confundida—. Que descanse bien, señorita, si necesita cualquier cosa César le explicará arriba cómo ponerse en contacto con nosotros —asiento para que vea que he comprendido, porque soy incapaz de hablar. Se despiden y caminamos hacia el ascensor.

Cuando entramos presiona la tecla del tercer piso y las puertas se cierran. Poco a poco noto el aire volverse más denso y gotas de sudor resbalan por mi espalda. Tiene su mirada clavada en mí, puedo verlo a través del rabillo del ojo, pero no me atrevo a girarme. Mi respiración se acelera y trago saliva.

—Conoces bien este hotel... —le digo para romper el hielo

—Sí, muy bien —le oigo reír y me giro para devolverle la sonrisa. Me observa durante unos segundos.

—Estás preciosa cuando sonríes, Natalia, no deberías dejar que nadie te arrebate ese gesto —mi cara debe de ser un poema en ese instante, porque de pronto siento que se incomoda y ahora es él quien mira al frente.

El ascensor se abre y él sale primero. Le sigo hasta que llegamos a una gran puerta de madera, parece roble y tiene una preciosa flor tallada en el centro. Introduce la llave que le ha dado Manuel y se abre sin problema. Lo primero en que me fijo es en la amplitud, es más grande que toda mi casa junta. En el centro de la habitación hay una cama enorme con un cabecero de forja y dos mesillas. Una a cada lado, de madera maciza, y encima de estas unas lámparas de noche con tulipas de tela que hacen juego con las cortinas. La pared está pintada de tierras florentinas en varios tonos de naranja.

—Guau, ¡qué pasada! —digo asombrada—. Es la habitación más bonita que he visto en mi vida...

—También es mi favorita —suelta como si tal cosa.

Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora