Capitulo 27

483K 30.9K 4.4K
                                    


Grito, trato de soltarme violentamente y las manos que me sujetan me aprietan más fuerte, casi haciéndome daño. Se cierran como cadenas alrededor de mi cuerpo.

—¡Suéltame, maldito! —forcejeo.

—¡Para! ¿Estás loca? —me lleva unos segundos reconocerle—. ¿Se puede saber a qué viene todo esto?

—¡César! —grito impresionada al oír su voz. Paro mis fuertes movimientos y jadeo intentando calmarme para recobrar el aliento—. ¡Eres un gilipollas!

Es la primera frase que sale de mi boca. Una décima de segundo después me arrepiento y le abrazo. Lloro en su pecho. Tengo todas mis terminaciones nerviosas a flor de piel.

—Vaya, no esperaba este recibimiento —dice casi bromeando mientras pasa sus brazos alrededor de mí—. ¿Me puedes decir por qué corrías como una posesa? Alex está buscándote por todas partes.

—¿Dónde estabas? —sigo llorando.

Alex llega en ese momento. Se detiene a nuestro lado y pone las manos sobre sus muslos, intentando coger aire. Está bastante sofocado, apenas puede hablar.

—¡Maldita sea, Natalia! —grita casi ahogado. Toma aire de nuevo—. ¿Qué coño te pasa? —veo por el rabillo del ojo cómo César pone su dedo en los labios en señal de silencio y con la cabeza le indica que se marche. Alex entiende y sin decir una palabra más se marcha. Sin duda, hoy no es su mejor día.

—César —vuelvo a nombrarle. Todavía no me creo que esté aquí. Miro hacia la parte interna del callejón, pero ya no hay nadie. ¿Lo habré imaginado? No lo creo. Decido, de momento, no decir nada—. ¿Por qué no me has llamado? —le recrimino—. He estado realmente preocupada —seco mis lágrimas.

—Digamos que el móvil donde tengo grabado tu número ha sufrido un accidente y he perdido todos mis contactos.

—¿Un accidente? —esa palabra me trae malos recuerdos. No puedo evitar pensar en el sabotaje de su coche.

—Sí. No he podido llamarte ni a ti ni a Alex, porque era ahí donde tenía guardado su número también.

—¿Qué le ha pasado? —quiero saber.

—Discutí con alguien, y lo acabó lanzando contra una pared —mis ojos se abren—. Pero no pasa nada —sonríe, tratando de quitarle importancia—. Ya está todo solucionado, tengo el nuevo en el coche, mañana lo prepararé. Hoy ya no me ha dado tiempo.

—¿Y cómo sabías que estaba aquí? —pregunto extrañada.

—He ido a casa de tus padres primero, y me han dicho que habías salido. Este pueblo tiene poca pérdida. Solo hay una zona de marcha —sonríe—. Estaba llegando hasta vosotros cuando vi que Alex y Miguel Ángel se agarraban y tu salías corriendo. Corrí para alcanzarte, pero te perdí entre tantas calles. ¿Pasó algo para que reaccionaras así?

Le cuento lo ocurrido entre Miguel Ángel y yo lo más suave posible. Sé que se va a enterar de todas maneras. Alex le informará. Trato de disculparle, es un buen amigo, está bebido y no me gustaría enfrentarles, pero por lo que veo no le ha hecho ninguna gracia. Tiene fuertemente apretada su mandíbula.

Sigue sin entender por qué corría de esa manera, y le hago creer que huía de ellos, como era la idea en un principio. No se muestra muy convencido, por la forma en que me mira, pero lo que menos quiero es preocuparle más o que me tome por una imprudente, que es lo que en realidad estoy siendo.

Debería tomarme más en serio las amenazas, sé hasta dónde es capaz de llegar, pero el ansia que siento por retomar cuanto antes mi antigua vida no me deja pensar. La necesidad de recobrar mi libertad se ha convertido en algo vital para mí.

Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora