Capítulo 30 (Resubiendo)

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Su semblante es serio. Mis manos tiemblan y mi estómago se hace un nudo. No esperamos a que llegue hasta nosotros, prácticamente corremos hacia él.

—¿Cómo está? ¿Qué sabes de él? ¿Cómo ha llegado? ¿Está consciente? —los tres le avasallamos a preguntas.

César baja la mirada.

—Por desgracia, no traigo un buen pronóstico —dice mirando al suelo y bastante afectado.

Mis piernas se vuelven gelatina y Javier me tiene que sujetar para que no me caiga. César le ayuda y entre los dos me sientan en una de las sillas de la sala de espera. Ya no puedo seguir hablando, estoy en estado de shock, y todo lo que oigo es el eco de sus voces. Tras unos segundos de silencio en los que solo hay lágrimas David se atreve a preguntar de nuevo.

—¿Pero qué te han dicho? ¿Tan mal está? —solloza.

—Las próximas horas son decisivas, David —pone la mano en su hombro intentando calmarle—. Tiene bastante afectado el corazón. Ha sufrido otro paro cardíaco al llegar aquí —los tres lloramos de nuevo. Por un segundo, duda si continuar, pero al final prosigue—. Han conseguido sacarle de la nueva parada y están intentando estabilizarle en uno de los boxes. Sus pulsaciones son débiles e irregulares.

—¿Podemos verle? —dice Javier.

—No lo creo, van a intervenirlo en cuanto consigan una mínima mejoría. El doctor saldrá a hablar con vosotros en unos minutos.

—¡Mamá no sabe nada! —dice David con las manos en su cabeza mientras pasea inquieto por la sala—. Tenemos que llamarla antes de que alguien vaya a preguntar y se entere de mala manera.

—¡Yo lo haré! —dice Javier, y saca su teléfono del bolsillo.

—Díselo suave —le indica César—. No le cuentes toda la verdad aún, deja que llegue hasta aquí. Recuerda que está sola en casa y no queremos más sustos.

Javier asiente y marca el número de mi madre. César hace lo mismo. Saca su teléfono y llama a alguien.

—Álex, tienes que volver al pueblo y traer a la madre de Natalia —escucha unos segundos y vuelve a hablar de nuevo—. Está bastante fastidiado... —le dice, y se despiden.

Mi madre tiene un sexto sentido, aunque mi hermano lo ha suavizado, como César le ha pedido, sabe perfectamente que algo malo ha pasado. Al notar que se quedaba bastante nerviosa decidimos llamar a la vecina, para que esté con ella hasta que llegue Álex.

Los minutos se hacen eternos. Oigo cada segundo que marca la manecilla del reloj que hay enfrente. Nadie ha salido todavía a darnos un adelanto. César trata de relajarnos.

—Cada minuto que pasa es una esperanza más de vida —todos le miramos atentos—. Vuestro padre es un hombre muy fuerte —me mira—. Por experiencia, he comprobado que las personas que viven en poblaciones, al llevar una vida más sana, se recuperan bastante mejor.

Se abren las puertas y sale alguien con unos papeles en la mano.

—¿Familiares de José Montero? —todos nos ponemos en pie y prácticamente corremos hasta la persona que nombra a mi padre.

—Somos nosotros —dice Javier nervioso—. Somos sus hijos.

—Bien —revisa los papeles—. Su padre acaba de entrar en el quirófano. Han conseguido estabilizarle lo suficiente como para arriesgarse, y no quieren perder la oportunidad.

Pongo mis manos temblorosas sobre mi cara y comienzo a llorar de nuevo. Tengo los pómulos irritados de tanto secarlos. César pasa su mano sobre mis hombros.

Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora