Capitulo 2.

1.4K 193 90
                                    

[Sin editar]

Todo era negro, un mar oscuro y pacífico donde solo estaba yo,  y mis pensamientos, claro, esos nunca iban a faltar.

Miles cruzaban mi cabeza.

Haciendo un gran esfuerzo abrí los ojos, se me había olvidado bajar las persianas la noche anterior, aún así no entraba mucha luz por la ventana, ya que apenas los primeros  rayos de sol aparecían tímidos desde las casas más lejanas, interrumpidos por las nubes y árboles que había por delante.

La tenue luz grisácea que entraba creaba sombras distorsionadas de los mueble y objetos de la habitación.

Di un largo suspiro, seguía vestida con la ropa de ayer, ni siquiera recordaba haberme metido en la cama.

Me levanté perezosamente. Las seis y media, una hora antes de que el despertador sonara. Últimamente me costaba mucho dormir, y si no, me despertaba varias veces o antes de tiempo, parecía que lo único que me hacía dormir y no de una manera constante eran aquellas pastillas.

Salí de la habitación cruzando el pasillo hasta llegar al baño que compartía con mi hermana.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando mi pie desnudo hizo contacto con las frías baldosas blancas del suelo.

Miré fijamente al espejo. La imagen que me devolvió no fue del todo agradable. Mi piel estaba pálida, aquel sonrosado color que cubría mis mejillas había desaparecido, los ojos ya no brillaban como lo habían hecho alguna vez, ahora estos estaban acompañados de una sombra violácea, y mi pelo caía lacio y sin vida, sin volumen, como si estuviera muerto.

Acaricié las puntas cobrizas con mis delgados dedos, me animaba un poco saber que todavía era  suave y sedoso.

Encaré a mi reflejo y sonreí; las comisuras se alzaron forzosamente hacia arriba, formando un extraño hoyuelo en el lado derecho de mi cara, no me convencía, la amplié levemente dejando ver algo de los dientes. Suspiré frustrada, ¿a quién pretendía engañar? No quería sonreír y no tenía motivos para ello.

Dejando de lado mi deprimente aspecto me deshice de la ropa dejándola por cualquier lado y me metí en la ducha. El agua caía golpeándome, el calor relajaba mis músculos contraídos.

El vapor caliente se extendía por el baño creando una atmósfera de relajación infinita. Enjaboné mi cuerpo con suaves pasadas, el olor a mango del gel llegó a mis fosas nasales, era un olor dulce y embriagante, respiré hondo tomándome un tiempo.

Una vez terminé de ducharme me encontraba tranquila, verdaderamente necesitaba esto. Me envolví en una suave toalla blanca, pasé las manos por el espejo ahora empañado por el vapor para poder ver algo. Las mejillas estaban levemente sonrosadas por el calor asfixiante que hacía en el pequeño cuarto.

Al abrir la puerta, me estremecí por el escalofrío que sacudió mi espalda, la piel se me erizó poniéndose de gallina debido al cambio brusco de temperatura que había entre el baño y el pasillo. Volví lo más rápido que pude a mi habitación, no quería congelarme.

Agarré lo primero que encontré en el armario, una camiseta de manga larga y unos vaqueros negros, enfundé mis pies en unos gruesos calcetines y las botas.

Todavía era temprano, con parsimonia bajé las escaleras.
Una vez en la cocina me preparé unas tostadas en la sartén junto con un poco de zumo en un vaso.

Mientras desayunaba un silencio abrumador inundaba la casa, me quedé pensando en lo que me esperaría hoy.
El regreso a clases después de casi tres meses, la vuelta a la vida normal, a la rutina. No tenía ni idea de lo que me esperaría después de tanto tiempo.

Your BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora