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Demasiada gente. Estaba nerviosa. Me dolía la tripa de la tensión acumulada durante la media hora caminando al instituto. Había muchísima gente. Me estaba estresando cada vez más. Era muy difícil reconocer a nadie en el tumulto. Estaba sola, rodeada de gente. Una cosa curiosa. Se puede estar sola en una multitud. Raro.
Decidí comenzar a caminar hacia la puerta. Seguramente habría más gente todavía dentro, y mis sospechas se vieron confirmadas en cuanto crucé el umbral. No se podía andar, y lo único que se veía eran caras difusas y bastantes espaldas. Me sentí bajita. No se cómo hice para entrar hasta el tablón y mirar mi clase, pero después de saber el aula a la que me tenía que dirigir me vi de nuevo en la puerta, preguntándome cómo había llegado hasta allí. Necesitaba cruzar de nuevo, y preguntar por mi aula.
De pronto una de las caras se hizo clara a lo lejos. Unos ojos verdes se cruzaron con los míos. Unos dientes perfectos sonrieron ante mi cara de empanada. Le devolví la sonrisa. Nos quedamos así un segundo que se pasó demasiado rápido. Él dio un paso hacia mí y se perdió en la multitud. Mierda. Habría dado lo que fuera por que ese segundo hubiese durado eternamente.

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