Capítulo 3: Arabella y Katherine

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Nico's POV

Me quedé en la entrada de la casa, mirando a la puerta, buscando en ella la solución a los problemas que se me acaban de presentar.

No puedo tocar la puerta y que ella me abra. ¿Qué le digo?

"Hey, Elena. Soy Nico Di Angelo, hijo de Hades. He venido a llevarte al campamento mestizo. ¿Por qué? Porqué eres hija de un dios. Sí, eres adoptada."

Le digo eso y esa chica me mete una hostia o llama al psiquiátrico más cercano asegurando que soy un esquizofrénico acosador... O las dos cosas...
No me quiero asegurar.

Primero, tiene que ver a un mounstruo, luego aparezco yo, la salvo... Y ya. Me cree, la llevo al Campamento Mestizo y me voy al Hades a seguir con mi monótona vida. Fin. The End. Das Ende. Fine.

Apreté los labios.

"¿Debo allanar la morada de una semidiosa desconocida?" pensé.

Cuando me quise dar cuenta, estaba buscando alguna entrada a la casa. Me niego a usar el viaje por las sombras y encontrarme con cosas que no debería. Ya me entienden.

Seguí buscando, pero las ventanas estaban cerradas con seguro por dentro. Al final, después de dar una vuelta a toda la casa, resoplé frustrado y me tiré de espalda a un árbol. Este se sacudió con fuerza, haciendo que unas cuantas hojas secas cayeran y una pareja de pájaros volara despavorida. Caí algo más fuerte de lo que esperaba y me sobé mi trasero y espalda, dolorido.

Y este es el gran Nico Di Angelo. Silencioso y hábil como un gato.
Amo mi sarcasmo.

Vi una ventana de la casa abrirse. Apurado, me lancé tras el primer arbusto que alcancé a ver.

Elena se había asomado, buscando con la mirada algo, o a alguien. ¿Tan ruidosa había sido mi caída?

Se había recogido su melenita castaña y rubia en un moño bastante desordenado. Sus cejas estaban fruncidas mientras sus labios estaban apretados ligeramente, haciendo una mueca interrogante. Se apoyó en el marco de la ventana y llegó a sacar medio cuerpo por la ventana. Miró a los lados y volvió a entrar su cuerpo. Su mueca se suavizó.

- Mhm... Será mi imaginación. - dijo para sí misma.

Se encogió de hombros y desapareció.

Esperen. ¿Hizo lo que yo pensé que hizo?

¿Si?

¡Se dejó la ventana abierta!

Salí del arbusto con ramitas en el pelo y con, seguramente, algún arañazo por la cara. Eso era espinoso. Y dolía.

Me quité una espina de mi mejilla derecha y miré hacia arriba. La ventana estaba en el segundo piso. ¿Cómo carajo seré capaz de subir allí? Es en esos momentos en que quisiera ser un hijo de Zeus. Así podría invocar a los vientos y volar hasta la ventana sin problemas. O ser un hijo de Démeter para hacer que el árbol me ayudase a subir. Esperen. ¿El árbol?

Sentí como si una bombilla se hubiera encendido encima de mi cabeza enmarañada con ramas de arbusto.

Fui enfrente del árbol y lo rodeé buscando algún hoyo algo bajo para que yo pudiera poner el pie. Y lo encontré.

Me ajusté la mochila y apoyé el pie en este. Bingo. Me cogí a dos ramas cercanas y lo escalé con bastante facilidad. Cuando llegué a una rama que ya llegaba al tejado de la casa, donde estaba la ventana, empecé a deslizarme poco a poco por ella. Arrugué la nariz. Un intenso y dulzón olor a podrido llegó a mis fosas nasales. Miré en una rama cercana a la mía, había algunos higos pasados de fecha aún colgando a duras penas de las ramas. Las moscas los rodeaban.

Sacrifice (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora