Misterio

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Dylan

- ¿Piensas dejarla ahí? -Le pregunto a Connor quien bebe jugo de naranja por medio de la pajilla de colores. Madison estaba sentada en un muro, nosotros nos encontrábamos en uno de los tantos balcones del edificio comiendo frituras y bebiendo jugo granizado. Desde aquí arriba podía ver el escote en la espalda de aquella rubia, tenía un tatuaje sobre su columna vertebral en unas extrañas letras.
- ¿Qué quieres que haga? No pienso hacer lo que me pida -Tira su vaso de plástico ya vacío y se mete un puñado de frituras a la boca. - Ya me ha manipulado bastante -No entendía qué sucedía con Connor, después de la hora del almuerzo tenía una actitud muy rara, su rostro mostraba disgusto, sus puños apretados hacían que sus brazos se brotaran. Un auto deportivo de color azul aparcó frente al edificio, un chico alto, de cabello café y tez morena se bajó de él y caminó hacia Madison, ella bajó del muro y se lanzó a los brazos del muchacho. A simple vista se notaba que él era muchísimo mayor que ella; Madison se sentó en el asiento del copiloto, atrás iban dos chicos más y una chica, todos tenían poca ropa y llevaban dos grandes sombrillas de playa. - ¿Ves? Ha encontrado a otro qué manejar.

El auto aceleró y todos los chicos ahí dentro gritaron de emoción mientras alzaban sus manos al cielo. Connor no despegaba sus ojos del camino que habían tomado. - Van hacia Santa Mónica.
- ¿Qué? -Volteé mi cabeza hacia él.
- La playa... Santa Mónica, se dirigen hacia allá -Rueda sus ojos y ahora sí me mira. - Siempre que sale con sus amigos universitarios se olvida de mi existencia, se pierde toda una semana y luego aparece como si nada hubiese sucedido -Se ríe mientras niega con su cabeza irónicamente. No entendía si Connor quería a Madison o simplemente cumplía sus caprichos por miedo a que lo abandonara.

Madison

Me había encantado la cara que puso Connor cuando me vió partir, pagaría por volverla a ver. Había escuchado todo lo que le decía al chico nuevo, y por esa razón decidí hacerle una llamada a Brad, un chico que había conocido en una de las tantas fiestas de fraternidad a las que había asistido, él siempre muy atento y cordial conmigo. Brad tenía el cabello castaño casi rubio, sus ojos, siempre cubiertos por lentes oscuros, eran de un color miel, su cuerpo no era atlético, pero tampoco era gordo, tenía una talla común.

- ¿Quieres ir por algo de ropa a tu casa? -Me pregunta Brad cuando para en un semáforo en rojo.
- Sí -Saqué mis tacones y los dejé sobre mis piernas. Minutos después ya me encontraba en mi habitación armando una mochila con ropa y trajes de baño para toda la semana, me puse un diminuto short de jean y el top de mi traje de baño negro, con la mochila al hombro y un par de sandalias en la mano bajé las escaleras y luego salí de mi casa. Entré nuevamente al auto y Brad aceleró. La música estaba alta, los chicos de atrás gritaban y fumaban cigarros de marihuana. Me encantaba salir con personas mayores, maduras, que sí saben divertirse.
Cincuenta minutos más tarde ya estábamos en la calle de todas las fraternidades y hermandades de la universidad Hilton Head. La casa de la fraternidad de Brad era gigante, con paredes negras y blancas, ventanas de estilo gótico, incluso había una gárgola en la cúspide de la casa. Todos bajamos del auto, algunos chicos jugaban volleyball en la playa, otros se encargaban de reproducir buena música. Hacía un sol increíble, Brad entrelazó su mano con la mía y me guió hacia el interior de la casa. Subimos unos pequeños escalones y luego pasamos el pórtico, la puerta se encontraba abierta.
- Bienvenida, Madi -Todo estaba en completo orden, la sala de estar tenía una gran pantalla plana y dos chicos jugaban Uncharted muy concentrados, por otro lado estaba el comedor principal, era gigante, de veintiséis puestos, una gran lámpara colgaba del techo en todo el centro de la mesa. Luego estaba la cocina, con una enorme isla para bebidas y otro comedor un poco más pequeño que el anterior, frente a la estufa estaba otro chico sin camisa, sudando, cantando y cocinando vegetales con pollo. En el segundo piso se encontraban diez habitaciones y dos baños, y en el último piso habían otras diez habitaciones y dos baños más. - ¿No quieres comer nada? -Negué con mi cabeza.
- Quiero una cerveza -Brad sonrió y caminó conmigo hacia una habitación en el segundo piso.
- Deja aquí tus cosas, este es el cuarto de huéspedes -Dejé mi mochila sobre la cama de sábanas blancas y salí nuevamente de la habitación.       - Te daré algo mejor que una cerveza -Bajamos las escaleras y volvimos al área de la cocina, Brad me indicó que me sentara en la silla frente a la isla, él sacó unos cuantos implementos de los gabinetes, una licuadora, un tazón de plástico y dos copas para cóctel. Del refrigerador sacó varios limones, una soda, hielo, cerezas, tequila y jugo de naranja. Brad se inclinó sobre la barra y besó mis labios castamente, le sonreí. Agarré un vaso y serví un poco de tequila en él, le agregué el jugo de dos cerezas, jugo de limón y una pizca de sal, luego llevé el vaso a mi boca y comencé a beber su contenido, mi estómago ardió al bajar el líquido. Repetí el proceso una y otra, y otra vez.
- Toma -Brad me extendió una copa y la bebí lentamente, él me miraba a través de sus lentes oscuros y sonreía mostrando sus lindos dientes blancos. Del bolsillo de su pantalón sacó una pequeña bolsa con un polvo blanco, la abrió y lo esparció sobre la isla, con una tarjeta de crédito hizo dos finas líneas, enrolló un papel como si fuese un cigarro e inhaló una de las líneas. - Vas tú -Me sonrió y le devolví la sonrisa, agarré el papel e hice lo mismo que él había hecho segundos atrás, el sabor de la coca comenzó a bajar por mi garganta, tomé un sorbo de tequila y mordí un casco de limón.

BRATTY GIRLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora