El sonido de unas campanilla cruzó el aire, señal de que un cliente había entrado. Lyzbeth, que hasta ese momento había estado regando las plantas que tenía en la parte trasera de la tienda, entró a la tienda, secándose las manos en un trapo y con una sonrisa servicial, que se quedó congelada al ver quien era el cliente.
El trapo se le cayó de las manos, y se agachó a recogerlo a toda prisa, al igual que el hombre ante ella, haciendo que sus frentes chocaran. Lyzbeth, cayó hacia atrás, llevándose una mano a la frente. El hombre ante ella se levantó y le tendió la mano, que ella aceptó tras un segundo de duda.
- Siento eso -se disculpó el hombre, con una media sonrisa-. ¿Estás bien?
- Shanks... has vuelto -fue lo único que pudo susurrar Lyzbeth.
- Sí... -Shanks apartó la mirada, clavándola en las macetas que había por toda la tienda-. Sé que tu hermano nos echó a mi y a mi banda, pero tenía que darte algo.
Le tendió una bolsita, que ella aceptó dudosa. Lo abrió lentamente, y un intenso aroma la golpeó. Eran semillas, y no tuvo que esperar a que germinaran para saber de que planta eran. Eran semillas de Bailarina Blanca.
- ¿Cómo...? ¿Dónde...? -Lyzbeth era incapaz de formular una frase con sentido.
- Por casualidad, pasamos por la isla de las que son originarias y... bueno, me acordé de ti, y decidí comprarte unas cuantas semillas. ¿Crees que podrás hacer que germinen?
Lyzbeth, sonrió radiante, y asintió con fuerza. Al ver aquella amplia y luminosa sonrisa, Shanks sintió que se le paraba el corazón. Jamás había visto una sonrisa tan hermosa. Apartó la mirada de nuevo, sintiéndose avergonzado por alguna razón que no lograba comprender.
- Bueno, yo y mis nakamas nos vamos ahora... No queremos problemas con las autoridades de la isla. Sólo hemos venido para traerte las semillas -se dio media vuelta para marcharse, pero Lyzbeth le agarró del brazo, deteniéndole.
- ¡Espera! Espera -repitió un poco más suave-. Seguro que estáis cansados... Yo hablaré con mi hermano y con el alcalde, y seguro que os dejarán quedaros unos días, si los convezco de vuestra buena voluntad. Con una condición -se puso seria de repente.
- ¿Qué condición?
- Si me prometes que no tienes a ningún... viejo amigo, digamos... persiguiéndote -Lyzbeth volvió a sonreír, y Shanks le devolvió la sonrisa.
- Te lo prometo.
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Finalmente, los Piratas del Pelirrojo se quedaron varias semanas. No hubo ningún problema, ni ningún visitante inesperado, y todos en el pueblo les cogieron cariño a aquellos singulares piratas. Incluso Hank, aunque no le gustaba relacionarse demasiado con ellos, parecía haber olvidado que Shanks rompió las macetas de las flores de su madre después de que Lyzbeth le contara que le había traído semillas de su isla originaria.
Aquellos piratas cambiaron los esquemas que los habitantes tenían sobre los piratas. Lyzbeth ni siquiera sabía como definirlos. Cuando los conoció, los clasificó como "aventureros", pero no le parecía que aquella fuera la forma correcta de llamarlos. Vivían aventuras, sí, pero no lo hacían por los tesoros, como los otros piratas que conocían, lo hacían por viajar. Por vivir sus sueños. Por ser libres. Y entonces, al darse cuenta de eso, descubrió que los piratas eran los pájaros de la sociedad humana. Eran libres, volaban por el mar sin rumbo fijo, sobrevivían con lo que encontraban, y mantenían la mirada fija en su meta. ¿Cual era? Lyzbeth jamás se lo había preguntado, ni le importaba. Sólo sabía que eran libres, más libres que cualquier otra persona en todo el mundo. Y los admiró por ello.
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La chica del sueño imposible (One Piece) La chica de la sonrisa pintada 2
FanfictionSegunda parte de "La chica de la sonrisa pintada". Como la anterior, es una fanfic del anime One Piece. La historia y los personajes son originales excepto los que son de la serie de Eichiro Oda. Sipnosis en el interior. También incluye "La Revoluci...