El equipo se movía en formación por el lugar abandonado, siguiendo las pistas que indicaban la ubicación de Naraku. Aome lideraba el grupo, sosteniendo un arco y flechas que le habían entregado antes de la misión. Sango llevaba sus cuchillos, Miroku una pistola, y Koga, encargado de proteger a Aome, estaba en alerta máxima.
—Debe estar cerca —susurró Sango, sus ojos escaneando el entorno.
—No puede estar muy lejos —respondió Miroku, con determinación.
De repente, una risa fría resonó en el aire, y Naraku apareció ante ellos, acompañado por varios secuaces.
—¿De verdad pensaban que podrían atraparme? —se burló Naraku, su voz llena de desprecio.
—¡Naraku! —gritó Aome, apuntando con su arco—. ¡No escaparás esta vez!
—Intenten detenerme —desafió Naraku, haciendo un gesto a sus secuaces para que atacaran.
La batalla comenzó de inmediato. Sango lanzó sus cuchillos, cortando a través de los secuaces, mientras Miroku disparaba su pistola para bloquear y contraatacar. Koga se movía con agilidad, derribando a los enemigos con rápidos movimientos de sus puños. Aome disparaba flechas con precisión, intentando mantener a Naraku a raya.
—¡Aome, cuidado! —gritó Koga, protegiéndola de un ataque.
—¡Gracias, Koga! —respondió Aome, disparando otra flecha.
Naraku observaba la pelea con una sonrisa maliciosa, lanzando ataques rápidos y mortales. A pesar de la valentía del equipo, Naraku era un oponente formidable. Aome sabía que necesitaban a Inuyasha.
—¿Dónde está Inuyasha? —preguntó Sango, bloqueando un golpe con sus cuchillos.
—Debería estar aquí... —respondió Miroku, jadeando.
Justo en ese momento, uno de los secuaces de Naraku logró disparar contra Miroku, alcanzándolo en el brazo. Miroku cayó al suelo, sujetándose la herida mientras el dolor se extendía por su cuerpo.
—¡Miroku! —gritó Sango, corriendo hacia él, pero tuvo que detenerse para defenderse de otro atacante.
Koga también fue alcanzado por una bala en el costado, lo que lo hizo caer de rodillas. A pesar del dolor, trató de levantarse para seguir luchando, pero la herida era demasiado profunda.
—¡Koga, resiste! —gritó Aome, disparando flechas para mantener a los enemigos alejados de sus amigos.
Justo en ese momento, Inuyasha apareció, espada en mano. Al ver a sus compañeros malheridos y a Aome luchando sola contra Naraku, una furia ardiente se encendió en su interior.
—¡Naraku! —rugió Inuyasha, corriendo hacia él con su katana en alto.
—¡Inuyasha! —gritó Aome, su voz llena de alivio y desesperación.
Inuyasha se unió a la pelea, sus movimientos precisos y poderosos. Naraku, sin embargo, no estaba solo. Sus secuaces seguían atacando, dificultando el avance de los espías.
—¡No dejaré que te salgas con la tuya! —gritó Inuyasha, enfrentándose directamente a Naraku.
La lucha era brutal. Sango, Miroku y Koga combatían con todo lo que tenían, pero Naraku y sus secuaces eran numerosos y bien entrenados. Aome, con su arco y flechas, disparaba sin descanso, intentando mantener a raya a los enemigos.
—¡No podemos dejarlo escapar! —gritó Sango, lanzando otro cuchillo.
—¡Lo tenemos acorralado! —añadió Miroku, disparando a un secuaz.
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Los Espias
RandomEn esta versión moderna de "Inuyasha", Inuyasha y sus amigos, que apenas se conocen, se verán envueltos en una serie de intrigas donde descubrirán secretos ocultos y se desarrollarán romances inesperados mientras persiguen a Naraku y buscan respuest...