Prólogo. Lo que pudo ser y no fue.

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- ¿Vas a quedarte?

Suspiré.

Aiceva era una pequeña metrópolis de la época. Cerca del puerto (tanto de navíos como de aerodirigibles)  se concentraba el núcleo mercante de la ciudad, y también las casas importantes de la misma. Se celebraban fiestas a menudo, y la verdad es que el ambiente era siempre agradable en aquel lugar. El clima era bueno, llovía lo suficiente, y hacía el sol justo para no cansarse, además de que corría una brisa agradable.

Aiceva había sido una de mis opciones de escape, y sabía mucho de ella, incluso en qué podría trabajar en caso de quedarme ahí. Sabía cosas sobre su economía, sus obras de arte...

Cerré los ojos, anegados en lágrimas. Lo necesitaba, lo sabía, pero eso no hacía más difícil lo que iba a decir.

- Tengo que hacerlo, Luke… Él… Daimen quiere volver a capturarme, lo dijo antes. Algo ha cambiado en él.

- Clarya, estoy segura de que no quiere hacerlo. Tiene que haber algo más.

- Es lo mismo. Estoy cansada de esconderme y ser un fantasma. Necesito un cambio de aires. Urgentemente.

- Entonces, ¿vas a quedarte?

- Sí. Hablaré con Surina por si quiere bajarse, empezar de cero… Puedes venirte, si quieres.

Luke se pasó la lengua por los labios, tal vez meditando la situación. Pero sabía que él no tenía nada que ganar viviendo en Aiceva, y el trabajo en el Lhanda era una oportunidad que no se podía desaprovechar. Pero se sentía mal, porque, cuando la gente comparte un secreto, cuando confías en alguien, es muy difícil soltarte de aquel lazo que os une.

No necesito hablar, pero, cuando Surina y yo bajamos nuestras cosas, nos abrazó con fuerza.

- Mandadme algún telegrama de tanto en cuando.- Pidió. Surina sonrió y asintió por ambas, mientras yo miraba alrededor, con lágrimas en los ojos.- Clarya.

Me giré, mirándole.

- Daimen no lo sabe.

Apreté los labios, asintiendo. Era mejor así, al menos de momento. Surina me apretó la mano. Cogimos las maletas, volvimos a despedirnos, y bajamos. Corrimos a buscar a mi hermano, el cual corrió a abrazarme y alquilamos un piso para los tres.

Sin poder contenerme, corrí hacia el puerto y esperé hasta que el Lhanda se hubiera ido, sabiendo que, ahí dentro, Daimen me estaba observando, y pasaría mucho tiempo hasta que volviéramos a encontrarnos.

EFdL AU. El pájaro que escapó.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora