Por ese momento, aquello fue suficiente, así que me alcé sobre él, besándole como nunca había besado a nadie, hasta perder el aliento. Me dejé seducir por unos besos cada vez más apasionados, y por unas ganas locas de tenerlo a mi lado. Daimen logró por fin quitarme el corsé, aunque aún tenía que lidiar con el vestido. Su camisa había perdido la mitad de los botones gracias a un mordisco en el lóbulo de la oreja. El gemido que se escapó de mis labios tampoco fue muy normal.
- Veo que me echaste mucho de menos, ¿eh?
- Cállate- Jadeé, llevando la mano a su pantalón. Besé su cuello y fui bajando hasta el pezón, en el que empecé a concentrarme mientras iba bajando su pantalón. Él jadeaba cada vez más fuerte, mientras lograba deshacerse, por fin, del vestido. Fue muy divertido ver su cara al darse cuenta que llevaba enaguas de cuerpo entero.
- Clarya, te odio.- Gruñó, con la voz consumida por el deseo. Reí, y me detuve en mis quehaceres para ayudarle, aunque al principio el orgullo parecía impedirle el hacerlo.- Podríamos haber ido a mi cuarto antes…- Musitó.
- Si no recuerdo mal, había un pasadizo, pero… ¿Quieres jugar?
- Dime.
- Simplemente no me sueltes. – Él me rodeó, mientras yo empezaba a recitar unas palabras que a ambos nos sonaban conocidas. Poco a poco el hechizo nos cubrió a ambos y, para el resto de la tripulación, no había nadie en aquella sala.
Ni en la librería, ni en el pasillo… Ni en la habitación de Daimen.
Nada más entrar, Daimen me lanzó sobre la cama, y acabó de quitarse los pantalones. Lo observé al desnudo con verdadero deseo, aunque casi me conocía su figura de memoria, desde la primera vez que dormí en su habitación. Él se abalanzó sobre mí, y empezó a bajar, besando mi barbilla, el cuello, mis pechos, mi estómago…
Se detuvo justo antes de llegar a los labios, cuando el nivel de necesidad que tenía por él era demasiado. Le miré con reproche.
- ¿Qué haces?
- Disfrutar un poco de las vistas.
- Eres idiota.- Murmuré, empujándole con mis piernas. Necesitaba que me besara, y, desde luego, no me importaba para nada que el beso fuera en el punto donde mi nivel de excitación era máxima.
Comenzó a jugar con su lengua, rodeando al clítoris, mordiendo a veces, y enseguida los gemidos se hicieron excesivamente elevados. Daimen subió, riendo y besándome con fuerza. Estaba tan gracioso, que no pude sino ponerme sobre él e iniciar un descenso seductor.
Él me detuvo.
- ¿Qué pasa?- Pregunté, desconcertada.
- Clarya, sé que te amo y esas cosas, pero no me gustaría dejarte embarazada al primer intento.- Comencé a reírme, se estaba poniendo rojo.- Deja que busque…
- Ah, no.- Le detuve, todavía riendo.- Creo que te has olvidado la razón por la que bajé de esta nave. ¿Acaso crees que soy tan idiota?
Con un suspiro, puso la cara de ingenuidad más atractiva que nunca había visto, y volví a colocarme sobre él. Necesitaba sentirle dentro.
Me deslicé, con cuidado al principio, aunque pronto el deseo me hizo moverme más rápido, haciendo oscilaciones con la cadera a medida que la penetración se hacía más profunda. Daimen llevó las manos a mis caderas, guiándome y apretando cuando el placer era demasiado.
De golpe, se incorporó, quedando a mi altura y besándome, recorrí su columna vertebral con mis manos, mientras seguíamos moviendo con una cadencia cada vez más rápida e intensa. A veces sentía algo de vergüenza, no podía dejar de gemir, mencionar su nombre y lo mucho que le amaba. Pero verle hacer lo mismo me animaba a seguir adelante.
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EFdL AU. El pájaro que escapó.
Fantasy¿Qué sucedería si, llegados a Aiceva, Clarya decidiera que es mejor escapar que vivir una vida como un fantasma, oculta a cada instante? ¿Qué habría sido de su vida llegados a ese punto? ¿Qué pasaría con Daimen y con ella? ¿Qué pasaría si el pájaro...