Papá, basta.

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Papá era un hombre fuerte y alto. Apenas podía abrazarle las rodillas cuando tenía 5 años.

El era como el amor de mi vida, como el de cualquier chica quizás, era mi súper héroe, mi gran hombre, mi doctor y acompañante de té algunas veces.

El problema comienza cuando tu cuerpo comienza a crecer y mamá no esta en casa.

Mis padres estaban divorciados, pero vivían en la misma casa; Mamá era dueña de toda la casa a excepción del sótano, donde mi padre tenía un pequeño hogar.

Mi madre tuvo que salir a uno de sus frecuentes viajes de trabajo, y yo debia quedarme con papá mientras Carla iba a casa de sus amigas a pasar la noche aprovechando que mamá no estaba en casa para impedírselo.

Papi me invito a su casa, a ver una película que según el me encantaría.

Talvez ver Crepúsculo no era una buena idea para una niña de 10 años, pero igual estaba bien si papá queria verla conmigo.

Yo estaba recostada entre sus piernas, con un bowl de palomitas en mis manos, no podía dejar de comerlas, hasta que las manos de mi padre las alejaron de mi.

–¿Que ocurre?–Pregunté entristecida, quería seguir comiendo palomitas.
–Deberiamos jugar a algo divertido.
–¿Como que?
–Que tal, ¿Al doctor?
–¿Como se juega eso?
–Tu estas muy enferma, entonces yo tengo que quitarte la ropa para revisar tu cuerpo y ver que todo este bien.
–Vale, pero solo un momento, luego quiero ser yo la doctora.

Son momentos que probablemente quisiera simplemente borrar de mi memoria, pero no era tan fácil.

Papá sabía que no haría nada para delatarlo, sabía que yo estaría bien con cualquier cosa que el quisiera hacer conmigo, y sobretodo sabía que si yo le contaba algo a alguien, no me creería en absoluto.

Pero él no contaba con que un día yo iba a dejar de caer en sus "juegos divertidos" y le iba ir a contar todo a todo mundo.

Aquí era cuando los "juegos divertidos" pasaban a "Golpes inofensivos".

Papá abusaba de mi como nadie tiene idea, había tocado tanto mi cuerpo que no habia ningún rastro de mi en cualquier parte, lo unico con lo que se había detenido, era mi virginidad.

Le gustaba tocarse frente a mi, pero sabia que no caería demasiado bajo hasta el punto de violarme.

Uno de esos tantos días que decidí callar y solo esperar a que el asqueroso momento terminara, preferí moverme del lugar en que siempre me colocaba y caminar hacía la puerta, con mi padre confundido y molesto siguiendome.

–¿A dónde crees que vas Ash?, sabes que el juego se termina hasta que yo lo diga.
Papá, basta.
–¿Quien te crees para hablarme asi jovencita?–Respondio molesto, subiendo la bragueta de su pantalon y jalando mi oreja para subir a la casa.

Me habían castigado por semanas, todo por  mentir sobre algo bastante serio, mi madre nunca creeria en algo que yo le dijera, ella tenía los ojos cerrados ante todo lo que ocurría en casa ante su aucensia.

Se que no merecía aquél castigo, no merecía los golpes de mi padre; Merecía vivir como una niña normal, jugando a las muñecas con mi hermana mayor y corriendo por el parque con mis amigos.

En cambio, me la pasaba encerrada con mi padre, en su hogar para 'jugar'.

Odie toda mi vida partiendo desde la primera vez que mi padre me puso una mano encima.

Deseaba con ancias irme de ahí, no importaba si tenía que casarme con un idiota para largarnos a vivir del otro lado del mundo.

Pero esa no era una opción. Tuve que esperar 10 años para irme de ahí, de las manos de mi padre y de la ceguera permanente de mi madre.

Merecía esto, este departamento era lo unico en lo que la vida se había esmerado para darmelo.

Lo único.

Please. || H. SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora