Capítulo 3

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 El ambiente en casa se sentía abrumador. Mi madre en silencio miraba fijamente hacia la alfombra que adornaba el centro de la sala, mientras que Ángel nos explicaba la razón de su repentina visita.

“Mi padre decidió que lo mejor es que viniera  a estudiar a la ciudad” Explicó.

“¿Pero cómo es que nunca había escuchado hablar de ti?” Pregunté con extrañeza.

“Es que mi padre no tenía una muy buena relación con el tuyo… es por eso que…”

“Si… hem… Mi hermano y yo… nunca tuvimos una relación muy cordial” Interrumpió papá en ese instante.

“Pero entonces tengo un tío” Confirmé.

“S-Si…” respondió mi padre finalmente.

Durante toda mi vida, habría jurado que mi padre era hijo único. Posiblemente mis abuelos y su hijo no tendrían una buena relación por lo que se distanciaron y perdieron cualquier contacto con él. Pero… si ese era el caso… ¿Cómo es que mi padre había logrado entrar en contacto con ellos? ¿Por qué habría accedido, así nada más, traer a su sobrino a la casa aun a sabiendas de que mi madre no lo toleraba? Lo cual me abría otra incógnita ¿porqué mi madre detestaría a alguien que no conocía?

Debió haber sido muy difícil para ellos, vivir alejados de su familia.

“¿Cuánto tiempo te quedarás?” Pregunté finalmente.

Ángel esbozó una ligera sonrisa.

“Parece ser que ya quieren que me vaya -dijo como si no importara la cosa- pero desafortunadamente pretendo quedarme en la ciudad por mucho tiempo, tengo algo que hacer”

Miró a mi padre por unos instantes, mientras que este se acomodaba distraídamente sobre el sillón.

“Bueno, entonces…” Me levanté de un brinco de mi asiento y le extendí la mano a mi primo. Una vez más, su tacto frio chocó contra mi piel al mismo tiempo que apretaba la mano que le ofrecí y se levantaba con fuerza del sillón.

Miré de soslayo a mi madre. Quien sorprendida me miraba con temor. No quise darle importancia estaba seguro que el prejuicio hacia que mi madre actuara de esa manera.

Llegamos al recibidor, donde sus maletas estaban apiladas.

Tomé la más cercana.

“Te llevaré a tu habitación” Ofrecí al instante.

Ángel tomó el resto de las maletas mientras me miraba sonriente.

“No esperaba tan calurosa bienvenida”

“Bueno, en vista de que somos familia, me parece que es lo menos que mereces” Dije sonriendo.

Subimos el resto de las escaleras en silencio y caminamos por el angosto pasillo hasta llegar a la vieja habitación de huéspedes.

Tenía la impresión que llevaba mucho tiempo cerrada, pero al entrar, las ventanas de la habitación ya estaban abiertas, quizás en un intento desesperado por ventilar el olor a polvo.

La cama matrimonial ya estaba hecha y había un par de toallas limpias sobre ella.

“Y… ¿Cuántos años tienes?” Pregunté como si no importara la cosa, mientras le ayudaba a guardar las cosas en las gavetas del tocador.

“Veintiuno” Respondió en voz baja.

Su voz me provocó escalofríos… estaba seguro que ese tono lo había escuchado antes pero no podía recordar donde.

“¿Y tu?”

“eh?”

“Te pregunté que cuantos tienes tu”

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora