TAN SOLO UN MOTIVO

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El sonido del ring - ring del teléfono me alarmó. Pues desde que llevaba viviendo años aquí quizás por alguna extraña razón nunca sonaba pasado de las 8 de la noche.


Tomé la llamada, una voz me habló entre sollozos, al escucharla sentí recorrer un frio por todo mi cuerpo, me quedé paralizado sin poder decir una sola palabra, solo cerré la llamada y me quedé un instante pensando.


Pasé toda la noche despierto, no pude pegar ni un solo ojo, estaba exhausto y lleno de preguntas. De repente oí pasar al cartero diciéndome:


-"Sr. Tengo una carta para usted"-,


La tomé y la dejé en el velador a un lado de mi cama, pero la intriga de saber lo que era me llevó a abrir aquella correspondencia. Tomé el sobre manila y rompí el sello que tenía, al ver su contenido, no podía creerlo, era aquella propuesta que jamás pensé.


Dentro de mi mente el dilema, el no saber qué hacer, no saber si regresar, había pasado ya mucho tiempo, y peor aún regresar por estas circunstancias.


Entonces empecé a batallar dentro de mí, una parte de mí me decía que debía volver, y la otra me hacía hincapié en el motivo por el cual me había alejado. Recordando aquel joven al que el mundo respetaba y admiraba y que en algún momento fue motivo de inspiración para aquellos pequeños niños que lo conocían, era el joven que tenía el mundo a sus pies, dispuesto a hacer que el mundo gire en torno a él, y el muchacho que decía que los sueños eran para hacerse realidad.


Pero aquellos elogios se vinieron abajo, de un momento se derrumbaron, como cuando un gran castillo de arena es devastado por las olas del mar, como a veces lo más grandes castillos suelen caer, así caí, así caí yo ante los ojos de los que me admiraban y amaban, tan solo por el pronunciar de mi boca tres simples palabras.


De alguna manera no sabía qué hacer, si regresar o no; al menos regresas por estas circunstancias, pero; me decidí y tomé las llaves del coche, descolgué mi chaqueta, y una vez más decidí marcharme, dejando atrás una vez más lo que había construido, mis sueños alcanzados.


Arranqué el coche y me alejé de aquel lugar que había sido mi hogar por varios años, quizás quería más de mí mismo, pero ni yo lo sabía.


Mientras atravesaba la carretera me detuve un momento y observé aquel camino, por raro que pareciera está rodeado de aquel árbol al que le llaman sauce llorón y pensé en lo grande que son las casualidades de la vida.


El camino fue demasiado largo, conduje toda la noche sin descansar, parecía increíble que habiendo tenido un día sin dormir no me sentía para nada indispuesto; hasta que llegué a mi destino.


Al ver el letrero del límite de mi antigua ciudad, mis ojos se llenaron de un brillo y conduje mucho más despacio, así continué para poder observar las cosas que habían cambiado en mi ausencia, pero parecía que nada hubiese ocurrido, algunas cosas seguían igual: el viejo parque, la antigua iglesia. Nada era diferente.


Hasta que llegué a mi destino, estaba afuera de aquella la que había sido mi hogar tantos años atrás, no tan vacía como antes, esta vez estaba llena de personas que vestían prendas negras, cada una de ellas con una tristeza dibujada en sus rostros.


Me acerqué con el coche, atrapando su atención. Al salir del coche los observé, cada uno de ellos mirándome de una forma extraña, mientras más me acercaba a la entrada de mi antiguo hogar sus miradas eran más penetrantes que hasta comencé a escuchar sus murmullos los cuales decían:


-"Creí que había muerto hace mucho"-


La mayoría de los comentarios eran similares y cada uno de los presentes me devoraban con sus miradas. Entonces entré presuroso, y alcancé a ver un ataúd, así que me acerqué.
Todos, absolutamente todos, me miraban; nuevamente era aquel chico que había huido.


¡Era una vez más el centro de atención!


Los ignoré y al ver adentro de aquel ataúd observé su cuerpo inerte, sin vida, sin un solo respiro; y fue entonces que mis ojos no resistieron y lloré.


Era el motivo de mi regreso, pero jamás hubiese querido que hubiese sido de aquella manera, me recosté de aquel féretro y lo abracé fuerte llorando y preguntándome porque jamás había hecho nada, porque de alguna manera lo había permitido, pidiendo perdón por dentro, sin saber si debía gritar, pero sintiendo un ardor en mi pecho. ¡El dolor era insoportable!


Fue entonces que sentí unas manos sobre mi hombro, las observé y luego dirigí mi mirada hacia el rostro de la persona para saber quién era; tamaña sorpresa que me llevaba, era aquella mujer que de alguna manera me había amado tanto que deseo mi muerte por un solo instante.


Entonces me ayudó a pararme, la vi tranquila, muy serena y su sonrisa me indicó que ya todo estaba bien, entonces la abracé; la emoción me embargaba, pero casi inmediatamente al abrazo ella me empujó, y lo único que preguntó fue:


-¿Cuánto tiempo vas a quedarte aquí? ¿Solo regresaste por esto? Porque si es así quiero que después del sepelio recojas todo y te marches.-


No sabía que decir, estaba completamente anonadado, su mirada se volvía fría como si no sintiese nada, entones la vi; no mostraba signos de llanto y vestía diferente a los demás, y fue cuando decidí marcharme.


Antes que me alejara lo suficiente me gritó:


-"Puedes quedarte en tu antigua habitación"-.


No sabía si aceptar su propuesta, pero por la mirada de cada uno de los asistentes al velorio decidí quedarme. Sabía bien que si no lo hacía no tendría un lugar donde pasar la noche. Mi cabeza daba vueltas, entonces decidí ir a dormir. Al llegar fue una de las sorpresas más significativas de mi existencia, todo estaba tal cual como lo había dejado.


Allí estaban todas y cada una de las cartas de despedida a cada uno de las personas que amaba, y que había decidido no entregar. Aquella frase, good bye my friends. Las tomé, y apreté muy fuerte contra mi pecho, haciéndome la pregunta: ¿Por qué había decidido no entregarlas? Si por lo menos lo hubiese hecho las cosas con ellos fueran distintas.


Me acosté y el sueño me venció completamente, poco a poco los ojos se me cerraban hasta que ya no veía nada, y el sonido de la sala se iba disminuyendo.

CAMINO A CASADonde viven las historias. Descúbrelo ahora