CAPÍTULO 24

126 6 0
                                    

Lo miré bien y luego la miré a ella. Eso no era verdad, él solo estaba jugando conmigo, jugando con mis emociones. Emociones que jamás pensé sentir, pensé tener. ¿Un hijo? Maldita sea barba, no juegues conmigo.

- ¿Qué? - dije luego de unos segundos.

Él caminó hasta mí y se colocó a mi lado para mirar hacia Catherine. Giré mi cabeza para observarlo.

- No te estoy mintiendo, si estas pensando eso. Tú sabes que yo no miento, eso no es de mi agrado - me dijo.

- ¿Qué quieres de ella? - le pregunté apretando los dientes.

- Catherine me dio su vida a cambio de tu eternidad, amigo - dijo.

Lo miré sin poder creerlo. ¿Qué era lo que estaba pensando esta chica para hacer una cosa así? Comencé a sentir multiples sensaciones, iba a tener un hijo con la mujer más hermosa el universo pero al mismo tiempo se había sacrificado por mí, una mundana sacrificando su vida por el ser mas vil, tenebroso y descarado, el hombre él cuál todos temen, pero era verdad, ella, Catherine, era la única persona que de verdad me conocía, una persona que ni yi mismo conocía. Asi que yo también lo daría todo por ella.

- Ya te lo dije, hermano. La dejas ir o vamos a estar en serios problemas - dije amenazante. Él rió por lo bajo.

- ¿Quieres saber que será tu bebe? - me preguntó. No dije nada. Solo me quede quieto en mi lugar - Va a ser un varón.

- ¡NO JUEGUES MÁS CONMIGO! - le grité, completamente desesperado.

- Ya te dije que no te estoy mintiendo, Zach.

- No me llames Zach, y entonces, déjala - le dije y quise acercarme de nuevo a ella.

Pero para mi desgracia, ese lame botas de Gabriel se metió en mi camino. Lo miré con furia, pero el maldito albino ni siquiera parpadeó.

- ¡Quítate de mi camino, lame botas! - le exigí.

- No puedes acercarte a ella, Zachary. No puedes tocarla, no puedes hablarle. E intenta no mirarla. - me dijo.

- Oh Gabriel, no estoy para tus juegos de ángel perfecto - dije e intente acercarme de nuevo. Otra vez él no me dejó.

- Si solo hubieras cumplido tu pacto - me dijo el ricitos de oro - Esta pobre mujer ahora no cargaría en su vientre al hijo del pecado.

- ¡No hables así de mi hijo! - le gruñí cuando lo escuché. - no te permito que le hables así y mucho menos que me impidas verla o tocarla.

- Ya Gabriel, déjalo en paz - dijo Dios con tono divertido.

- Tú lo quisiste así, barba. Ahora vamos a ver quien es más débil - dije.

Comencé a buscar a Rachel, maldita sea ella tiene toda la culpa. ¿Por qué diablos no me dijo antes lo que él quería? Ahora mi hijo no tiene derecho a nacer, porque es mi hijo. Eso no es justo y tampoco es justo que dios pueda tener hijos y yo no. La encontré sentada en una vereda, esperando seguramente lo que sería otra muerte.

- Ahora mismo me das tu agenda - le dije. Me miró bien.

- ¿Qué? - me preguntó y se puso de pie.

- Aquí va a correr sangre, Rachel. Así que prepara una bolsa nueva para las almas que vas a llevarle al todopoderoso.

- Zach, tú no puedes hacer eso - me dijo.

- ¿A no? ¿Quién va a impedírmelo? ¿Tú? No lo creo - le dije.

Tomé con algo de furia lo que estaba buscando y sin seguir dando vueltas me desaparecí de allí.

Ellos dormían, siempre lo hacían cuando yo no estaba ahí. Y ellos iban a hacer todo lo que yo tenía pensado que hicieran. Siempre fueron mis compañeros, y ahora se que de algún modo ellos me quieren.

- ¡Arriba, perezosos! - dije elevando mi voz.

Todos abrieron sus ojos y rápidamente quisieron atacarme. Pero colocando mi mano frente a ellos, no lo hicieron.

- Hoy no estoy para juegos, muchachos - les dije.

Uno de ellos abrió sus gigantescas y negras alas para lanzar un horrible chillido. Esperé a que terminara.

- Ya, ya deja de quejarte Milias. Tengo algo para ustedes - le dije y sonreí levemente.

Comencé a escuchar lo que tanto me gustaba escuchar. Gritos, desesperación, desgracia, miedo, dolor, sufrimiento. Todo eso que alimentaba mi oscura alma. Pero de repente eso no causó nada en mí. Nada. Lo único que yo quería era que Catherine estuviera bien, y que Él la dejara vivir. A ella y a mi hijo. De repente Rachel se apareció frente a mí. La miré bien.

- Tú no quieres esto, Zachary. Lo único que quieres es que ella este bien. Pero se que no quieres destruir el mundo - me dijo. La miré y reí irónicamente.

- Tú no sabes nada, Rachel. Nada - le dije. Se acercó más a mí y se sentó a mi lado.

- Se que la amas - dijo.

- Yo no puedo sentir eso, porque eso no es para mi - dije enojado.

- Solo debes escuchar a tu corazón, y veraz que algo se te ocurrirá - me dijo y desapareció.
Tal vez ella tenga razón. Tal vez solo deba ir y rogárselo, ir y negociar. ¡Eso es! Tengo que negociar con él.

Llegué a ese lugar y como tantas veces, esa maldita luz lastimo mis ojos. La puerta estaba abierta y allí la vi a ella. Estaba acostada en la cama. Los ojos cerrados y las manos sobre su vientre. No había nadie en la habitación, comencé a acercarme a ella. Cuando estuve lo bastante cerca, estiré mi mano y toque la suya. Estaba fría.

- Tú no tienes la culpa Zachary, ella quiso esto - me habló él. Giré a verlo.

- Por lo que más quieras déjala ir - le dije.

- Eso no es posible amigo.

- Te doy mi eternidad por ella.

- ¿Qué? - preguntó sorprendido.

- Eso, que dejo de ser el diablo por la vida de Catherine.

Sus ojos se abrieron bien, para mirarme fijo. Se quedó callado por un largo rato. Y eso ya me estaba poniendo nervioso, más nervioso de lo que ya estaba. Volví mi mirada a Catherine, necesitaba abrasarla, besarla. Saber que ella iba a estar bien.

- ¡Eso es amigo! - dijo de repente y se acercó a abrasarme. ¿Qué demonios era lo que estaba haciendo? Lo alejé de mí - ¡Eso era lo que quería escuchar! ¡Eso!

- ¿De qué diablos estas hablando? - le pregunte.

- De pensar por primera vez en alguien más que en ti - me dijo y se acercó a Catherine - Yo no iba a quedarme con Catherine, no puedo hacer eso. Solo hice todo esto para que reaccionaras y te dieras cuenta de las cosas.

- ¡¿DE QUE COSAS ME ESTAS HABLANDO?! - dije totalmente sacado de mí, por no entender nada de lo que estaba pasando.

- Te estoy hablando de amor, de entrega, de todo eso que creías que no podías sentir porque eres el diablo.

- ¿Estuviste bromeando conmigo? - le pregunté.

- Solo un poco - dijo divertido - Jamás podría quedarme con tu eternidad y ya sabes porque. Aunque no quieras aceptarlo, sabes que somos hermanos...

- No, no. No hace falta que me lo recuerdes - le dije.

- Ahora eres libre, puedes hacer lo que mejor creas para ella y para el niño. Eres el señor diablo, así que piénsalo.

De repente él ya no estaba. Solo estábamos Catherine y yo en la habitación del departamento de ella. Ella estaba acostada en la cama, durmiendo profundamente. La miré fijo ¿Qué era lo que debía hacer ahora? ¿Dejarla y que críe sola a nuestro hijo? Eso va a ser lo mejor, para ella y para él.

Where He Goes, Goes The FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora