Suspensión

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La oficina del director olía a café recién hecho y a panquesitos. Las sillas eran algo incómodas y me daba vergüenza, pero sentía como sudaban mis piernas contra el plástico.

—Señorita Torres, señor Canela y señor Díaz... -el director tenía nuestros expedientes encima del escritorio y nos vio por sobre sus gafas –Lo esperaba del señor Díaz ¿pero de ustedes dos? –nos miró con sorpresa a Jos y a mí.

Nos miró a los tres para después sacarse los lentes y tallarse los ojos. Suspiró, se colocó los lentes de pasta gruesa y miró directo al idiota de Ulises —Señor Díaz le voy a pedir que salga. No ponga cara de felicidad, va a esperar con la secretaria, ya sabe donde.

Ulises de mala gana tomó su mochila y se la colgó al hombro con dificultad al traer la mano ocupad con el trapo con hielo que cubria su ojo derecho.

Cuando pasó a mi lado Ulises pateó mi mochila y el director le amenazó con aumentar su castigo.

Una vez que salió nos quedamos solo Jos y yo viendo nuestras manos sintiendo la pesada mirada del director.

—¿Alguien quiere decirme que pasó?

Jos y yo nos miramos.

—¡Te dije que no quería escucharte! –siseé hacia Jos. Él tenía el ceño fruncido.

Casi me pongo a reír cuando noté que con el ceño fruncido y las orejas coloradas parecía un duende de Santa Claus, pero me contuve.

—No me importa, igual me voy a disculpar. –susurró.

La maestra nos había puesto en parejas de nuevo y, otra vez, tuve que irme a sentar junto a Jos.

—Los dejo trabajando, no quiero que nadie se levante.

Nadie dijo nada hasta un minuto después de que la maestra salió.

—Bueno ¿nadie va a hablar de la nueva pareja del salón? –comenzó Ulises.

Miró en nuestra dirección e hizo un corazón con sus manos.

Rodé los ojos cuando escuche a las chicas de mi grupo aullar. Mili casi le da un buen golpe a su compañera.

—Cállate Ulises –Mi queridísima Mili nos defendió. –Sabes que eso no es verdad.

—Oh, es cierto. Hace unos días Canela le dijo... ¿Cómo le dijiste Canela? Le dijiste chismosa ¿verdad? –volvieron a aullar y yo quería que la tierra me tragara.

Jos se levantó haciendo que su silla chocara contra la pared y logrando callar a todo el grupo.

—La vida de Camila, ni la mía te incumben. Te agradecería que cerraras el pinche hocico.

Todos estaban callados, supongo que de la impresión. Yo estaría impresionada de escuchar a Jos hablar, pero ahora gritó y hasta dijo groserías.

—Woow, Camila en verdad lo ha cambiado ¡hasta grita! Y yo que pensaba que eras mudo...y maricón. ¡Tres hurras por Camila!

Al escuchar la palabra maricón Jos se tensó y volvió a sentarse.

Supongo que ya sabía lo que todos en clase, es decir, todos en la escuela pensaban y eso le hacía mal. Como si no fuera suficiente que tus padres te manden con un psicólogo.

De psicólogos sí que sé, y no sé que ha hecho el mio para lograr que fuera más segura con ciertos aspectos. Por ejemplo, hace dos años jamás hubiera agarrado el cuaderno grueso de Jos sin permiso, ni me hubiera encaminado hacia Ulises.

BROKEN [Jos Canela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora