Decidí cambiar mi imagen para levantar mi autoestima, así que le pedí a los amigos de mi madre que me ayudaran con eso e hicieron un gran trabajo: cambiaron el color de mi pelo castaño por un rubio platino que, para mi sorpresa, me quedaba bastante bien; me pusieron extensiones para que así tuviera más volumen y me lo cortaron; en cuanto a la estética de mi cara, decidimos que lo mejor sería tratarla y maquillarla todos los días (como hace mi madre); finalmente, me renovaron el armario por completo, no dejaron absolutamente nada (ahora tendría que dejar el vicio de llevar zapatos cómodos y planos). También me dijeron que era bueno renovarlo cada temporada.
Para acabar de rematar el cambio me dieron lecciones de comportamiento para ser una "señorita", y, bueno, me enseñaron a andar con gracia y elegancia.
El segundo trimestre del último año de instituto había comenzado y yo era una persona distinta: me había convertido en una abeja reina.
Todos y cada uno de mis compañeros de clase, de curso, de años menores, incluso hasta profesores quería hablar y pasar el rato conmigo. Aunque eso me hizo darme cuenta de lo falsa que son las personas. Las únicas amigas que tenía eran Valen, Alessia, Paola y Nicola. Por desgracia, ninguna iba a mi instituto, más que nada porque la mayoría eran mayores que yo. Mientras tanto, en el instituto había un grupo de chicas que hacían el "paripé" de ser mis mejores amigas, pero en realidad era para no estar sola, como siempre.
19 de enero
Son las tres y media de un jueves y estoy llegando a casa. En la entrada veo un vehículo que me resulta familiar. La moto de Oliver.
-¿Qué haces aquí? -le dije al tipo sentado en uno de los bancos del jardín de la entrada.
-Hace mucho que no nos vemos y quería saber cómo estabas. Has cambiado mucho -me respondió seriamente-. Te he echado de menos.
-Yo a ti no -dije fríamente-. Ni siquiera creo que te arrepintieras por lo que hiciste.
-Tampoco creo que fuera para tanto -resoplé cuando dijo eso-. Es como si tu te vas de compras con tus amigas y claro, como yo no entiendo de eso...
-Nada que ver.
-Entonces... ¿hemos terminado?
-Sí, señor.
