MÍO POV'S
—Es depresión, la bebé la tiene también —escuché de una voz conocida cuando comencé a recuperar la conciencia—, pero la nena no la aguantará mucho, si no las dejas estar juntas va a...
—Devuélvemela —supliqué temiendo lo peor, tirándome a los brazos de mi padre—... me iré lejos. Puedes quedarte tu apellido, yo no lo necesito, ni tu dinero. No pediré nada de ti, me olvidaré que fuimos familia, no intervendré en tu reputación, lo juro, te lo juro, solo devuélvemela por favor... por favor Saotome san, por favor.
Terminé llorando en el piso. Yo seguía teniendo muy pocas fuerzas.
—Ni siquiera puedes mantenerte sana o en pie —dijo—, ¿cómo mantendrás a tu hija?
—Cómo pueda —respondí decidida—, porque tenerla a mi lado me hace fuerte, solo entrégamela, ¿quieres?
—Si estás tan decidida —dijo y se fue negando con la cabeza.
Un rato después me encontraba más tranquila y hablaba con mi tío Neill.
—¿Estás bien? —preguntó el tío Neill, un hombre de la edad de mi padre, médico de mi familia y un amigo para todos nosotros.
—No —respondí—. La verdad es que me asusta mucho todo esto. Dije que haría lo que sea, pero no se hacer nada. Además, en serio no estaba esperando que me diera la espalda. Sé que yo fallé, pero cuando uno mete la pata, cuando ya no nos queda nada, creo que al menos deberíamos tener el apoyo de nuestros padres... o al menos eso me hubiera gustado.
—¿No renunciarías a ella ni por tu papá? —preguntó y le miré casi molesta.
—Yo no renunciaría a mi hija por nada del mundo —aseguré y tío Neill prometió apoyarme.
Un par de horas después entré en la oficina de mi padre entregando una hoja de registro familiar donde mi nombre y parentesco con él era ya inexistente.
—Si no me devuelves a mi hija te demandaré por secuestro —dije más temerosa que autoritaria—. No quiero meterte en problemas, solo quiero a mi hija conmigo... por favor, devuélvela Saotome san.
El hombre moreno y robusto me miró con sorpresa y, luego de suspirar pesadamente, dijo algo que me alivió bastante.
—Será toda tuya mientras no dejes el trabajo ni la saques de esta casa —dijo casi a modo de amenaza.
Eso sonaba a que me apoyaba un poco, y conservar mi trabajo realmente me ayudaba mucho, así que asentí emocionada y agradecida.
—¿Cuándo? —pregunté entregándole la hoja de registro familiar que miró con disgusto.
—Viene en camino —respondió provocándome sonreír.
—Gracias, de vedad muchas gracias —dije llorando de nuevo.
Unos minutos más tarde una pequeña niña de ojos azules y cabellos negros atravesaba el vestíbulo en brazos de la que una vez fuera mi nana.
La miré y me le eché encima, ansiosa de sentir entre mis brazos eso que tanto me había hecho falta.
—Papá. No. Saotome san, yo realmente se lo agradezco, No fallaré en mi trabajo, lo prometo, lo juro —dije llena de emoción y me dispuse a llevar a mi hija hasta la habitación que compartiríamos.
Él no dijo nada, solo me dio una mirada difícil de descifrar. Pero a mí no me importaba más, pues ese hombre y yo, desde ese momento u en lo delante, no éramos más que empleador y empleada.
Todos en la casa se enteraron de la bebé, todos estaban al tanto de que su existencia era solo para esa casa y, en su mayoría, ninguno supo nada más de ella, pues estábamos en salas diferentes.
Los dormitorios de chicas no quedaban cerca a los de ellos, y mi bebé era súper tranquila. No lloraba y dormía bastante, sobre todo en las noches, así que, para muchos, su existencia solo fue una advertencia de ocultar aquello que no tenían la certeza de que estuviera allí. Eso para mí era mejor.
Mi mejor amiga Reika, la que me cuidó mientras el embarazo, se comprometió a cuidar de la bebé siempre que yo trabajara. Yo adoraba a Reika, y ella a mí, pero adoraba mucho más a la pequeña Haya.
Haya era su nombre porque se parecía al de Hayato. Ese hombre que tanto amé y que no tuvo el valor de enfrentarse al mundo con tanta responsabilidad en los hombros.
Si, Ichinose Tokiya era el padre de mi bebé.
En aquel entonces las cosas no fueron bien entre nosotros. El compromiso no era lo suyo y yo lo sabía bien. A pesar de que lo amaba nunca fui clara al respecto de mis sentimientos, pues temía que me apartara de él, entonces pasó el embarazo y me aterré.
Intentando tener una respuesta más o menos clara le insinué la posibilidad de una familia, él dijo que jamás, así que tomé todas mis cosas, mi corazón roto y mi embarazo recién descubierto para irme donde no le causara ningún problema.
Esa tarde en que todos se enteraron de la bebé, él solo me miró con diez mil dudas en los ojos, pero yo no dije nada. Entre él y yo todo había terminado aquel día que me fui dejándolo sin mí y sin la pequeña Haya.
Pero las cosas no se pueden callar para siempre, la vida estaba por enseñármelo.
Continúa...