Nuestro destino

Prólogo.

¿Cómo puede el amor ser tan cruel cuándo creías que todo marchaba a la perfección? ¿Cuándo creías que todo era color rosa y el universo parecía estar a tu favor?
Quizá porque el amor es como un explosivo, al final te destruye. La persona posee la chispa, tienes la mecha, y en el camino todo es adrenalina y extásis, cuándo explota, depende de uno cómo terminar; destrozado por la tristeza, o felizmente al darlo todo.
Hailee y Michael no sabían cómo iba a terminar su historia...
Si con un trágico final o con un hermoso para siempre sin final.
No, ellos no sabían eso.

Ella tiene una vida de lujo, él tiene un pasado que quiere olvidar.
Pero los dos tienen algo en común, una terrible adicción; que por casualidad términa haciéndolos conocer.
El alcohol y el cigarrillo trajeron a sus vidas algo de lo que no se arrepentirán jamás de haberlo probado, o quizá si, el amor. Qué irónico, ¿no? Pues al fin y al cabo el amor es como el alcohol o el tabaco, primero cuando pruebas un poco de el, todo es increíble y fantástico, pero lentamente te va matando, tú no lo sabes hasta que te das cuenta que has quedado completamente destrozado y al final, mueres.

Michael no creía en el destino.
Hailee creía que las cosas pasaban por casualidad.

Lo que ellos no sabían es que cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá los que no nos dejarán nada. Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad. La historia de Hailee y Michael es la prueba evidente de que el destino sí existe.  

Dos adolescentes, destinados a quererse. Dos adolescentes, con problemas muy distintos pero con un mismo destino. Dos adolescentes, que viven lo que podemos llamar sin lugar a dudas un gran amor.