Prefacio.

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Dicen que las personas antes de morir ven en siete segundos momentos de su vida pero resumida, de lo mejor que les ha pasado; pero eso no le sucede a Michael, él sólo ve los siete peores recuerdos de su vida...

Primer flashazo, su padre golpeando a su madre.
Segundo flashazo, su padre maltratando a su hermana.
Tercer flashazo, su madre tirada en el suelo rodeada por un charco de sangre.
Cuarto, él golpeando a su padre.
Quinto, su padre a punto de morir.
Sexto, él detrás de las rejas pasando un infierno.
Y séptimo... su hermana muriendo en sus brazos.

Michael cierra sus ojos y da un suspiro.
Está a tan sólo tres centímetros de caer y a seis metros de morir.

—¡No lo haga compa'!—una chica grita tratando de detener a Michael pero él no la escucha por el ruido de los automóviles que pasan a gran velocidad debajo de él.

Michael está a punto de saltar decido a acabar con su vida, decidido a no seguir trayendo en los hombros el peso de su pasado.
Y sin dudarlo dos veces la mujer lo abraza por detrás y lo jala evitando que Michael se lanzara.

—¿Tas' bien?—pregunta ella y al parecer ella tampoco se encuentra bien.
A Michael comienza a faltarle el aire, quizá sea por el problema de asma que ha tenido desde hace unas cuantas semanas.  
—Shamaré a la ambulandsia—dice la castaña arrastrando las palabras.

Al parecer ella está ebria.

—¡Aiudaaaa! Un shico parece edtar asfisi-asfisian... axficiándose—la joven tomó su móvil de sus jeans y marcó números al azar pensando que estaba llamando a la ambulancia y se recarga en el barandal del puente. Un hombre desconocido contesta y le pregunta su nombre—¿Mi nombre? pa' que quiere saber eso jaja... —ésta chica realmente está ebria—Ahh, creo que soy Hailee, pero por fa... —no termina la oración pues el teléfono resbala por sus manos. Su celular queda atrapado en una de las ramas del árbol que esta cerca del puente.

—¡Mierda!—chilla ella, se recarga con una mano en el barandal y con la otra estira la mano para alcanzarlo. Sólo necesita estirarse un poco más y lo alcanza.

Su mano que está recargada en el barandal comienza a temblar y a sudarle, ésta seis metros de altura y peor aún, está borracha.
Su mano resbala por el sudor.

Logra tocar la rama en la que se encuentra el teléfono y éste cae, haciéndose trizas en un segundo por el impacto.



Y todo parece volverse lento.

Como si de una escena de alguna película en cámara lenta se tratase.

La cara de horror de Hailee se hace visible al ver que está apunto de caer.

Sus pies comienzan a elevarse.

Ella cierra sus ojos esperando lo peor.



Y en un abrir y cerrar de ojos el tiempo vuelve a la normalidad.
Michael está agarrando los pies de Hailee y con las pocas fuerzas que le quedan la sube.
—¿Por... —inhala profundamente—qué... —vuelve a inhalar—lo hiciste...?—preguntó él—Ni si quiera me conoces...—logra decir una oración completa sin la dificultad de respirar, pero eso no le dura mucho tiempo.
—¡Eres lindooooooo!—grita ella tirada en el suelo y le extiende las manos—Bésame...—dice mientras entrecierra sus ojos, se acerca a Michael y él se ríe.

Michael tosé.

Vuelve a toser.

Fue mala idea reírse.
El oxígeno ya no le llega bien a los pulmones. Siente una gran opresión en el pecho que no deja que jale suficiente el aire. Inhala profundamente y exhala despacio pero no funciona.  

Hailee está muy mareada, su cabeza da muchas vueltas y se desmaya.
Michael no puede respirar bien y se desploma en el suelo junto a Hailee.

La gente que está subiendo por el puente se percata de los dos adolescentes que yacen en el suelo y corren para ver que eso lo que sucede.




Y es así como el destino junta a estas dos almas...













Nuestro destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora