Capítulo 2.- Ellos

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Los personajes son propiedad de Tite Kubo.

Advertencias: Puede contener OoC.

La historia está inspirada en el libro "Warm Bodies" de Isaac Marion.

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Sofiapavon710: Gracias por leer ésta historia también, y por supuesto habrá Ichiruki.

Ale23martinez2001: Gracias por leer, en este capítulo se aclara que es lo que pasa en la SS.

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ALGUIEN PARA RECORDAR

Capítulo 2.- Ellos.

El cielo se teñía de tonos naranjas y rojos cuando dos jóvenes Shinigamis avanzaban por el distrito diez del Rukongai Este. Caminaban lentamente pues ya habían tenido varios encuentros con esos seres, también habían caminado mucho en busca de personas, pero hasta el momento no habían encontrado ninguna.

Su misión esta vez consistía en buscar sobrevivientes y llevarlos a los escuadrones del Gotei Trece, habían salido con otros seis Shinigamis más, pero a lo largo del día habían caído uno a uno. Eso era casi de todos los días, de los escuadrones que salían a realizar las misiones sólo regresaban aquellos de alto rango.

La chica de baja estatura y traje negro miró con tristeza a su alrededor, las casas en su mayoría estaban destruidas, ventanas y puertas rotas, no había rastro de las personas, era una ciudad fantasma. Tampoco había perros corriendo por las calles o ladrando a los paseantes, los pájaros ya no sobrevolaban el lugar, los puestos del pequeño mercado estaban abandonados. Un suave viento sopló en medio de la tarde jugando con los cabellos de los Shinigamis y llevando a sus fosas nasales un nauseabundo olor a sangre.

Suspiró melancólicamente por lo que ahora era La Sociedad de Almas.

—Rukia, esto acabará pronto. — Le dijo el chico de cabello naranja que caminaba junto a ella. —Lo prometo. —Ella le sonrió levemente. Creía en él, sabía que aunque a veces se desalentara, nunca se rendiría, siempre seguiría luchando.

Él sólo quería animarla un poco, en realidad no sabía si podía hacer algo esta vez, ya no se enfrentaba a un enemigo poderoso como Aizen, ahora eran cientos de enemigos, enemigos que antes fueron conocidos, que fueron Shinigamis, que fueron personas. Que ahora actuaban no por voluntad propia, sino obligados por ese virus, ese virus creado en la Sociedad de Almas y que residía en sus cerebros. Por eso no le era fácil acabar con ellos, por eso cada vez que mataba a uno, no podía evitar sentirse triste. Pero tampoco podía rendirse, lucharía hasta el final por la Sociedad de Almas, por sus amigos, por su familia, por ella.

Rukia a veces tampoco tenía esperanzas, cada vez estaba más cansada, más desesperada, y si seguía en pie, era por ellos, por Byakuya, su hermano, quien silenciosamente le infundía valor y ánimos; y por él, Ichigo, que le daba consuelo y fortaleza.

Caminaron en silencio unos minutos más y Rukia vio que Ichigo bajó la cabeza, estaba triste, podía sentirlo.

Ella tomó su mano sacándolo de sus recuerdos, de la añoranza de su familia.

—Pronto volverás a verlos. —le dijo apretando su mano. —No hay que rendirnos.

Ichigo la volteó a ver, apretando con más fuerza su mano. Le sonrió esperanzado.

—Sí.

Cuando el virus se propagó Ichigo estaba en el Sereitei, la cámara de los 46 inmediatamente ordenó cerrar las puertas que conectaban al mundo de los vivos con el espiritual para evitar que la plaga llegara al mundo humano, cuando estuvieron seguros que no era algo que se transmitiera por el aire dejaron que las puertas se abrieran cada determinado tiempo para permitir el flujo de almas, eso sí, con extrema vigilancia. Pero aun así, no se le permitió la salida de la SS a ninguna persona, aunque para ello tuvieran que tomar medidas drásticas.

Desde entonces Ichigo no había vuelto a ver a su familia, al menos no en persona, a veces los contactaba a través de la pantalla de Urahara. Y aunque los extrañaba bastante, lo consolaba saber que estaban bien, que ellos no tenían que pasar por el terror que experimentaban las pobres almas del Rukongai, aquellas que no contaban con los medios para defenderse.

Y como siempre que se sentían tristes o derrotados, el verse en los ojos del otro, él saber que confiaban recíprocamente en ellos y que a pesar de todo estaban juntos, los alentaba a seguir luchando, a seguir esforzándose por proteger a las personas.

—Regresemos. —dijo él. —Al parecer ya no hay nadie aquí.

Rukia asintió.

Siguieron caminando tomados de las manos, aprovechaban las pocas ocasiones que podían demostrarse afecto.

La guerra contra el Vandenreich había acabado hacía ya casi cuatro años, y ellos habían iniciado una relación, Byakuya no se opuso, el Gotei Trece tampoco. Un clima de paz se vivía en toda la SS.

Y aunque había sentimientos de tristeza y melancolía por las invaluables pérdidas humanas y las lamentables condiciones en las que había quedado todo el lugar, las personas y Shinigamis trabajaban en conjunto para reconstruir las ciudades, para reconstruir sus vidas.

Pero esa paz y la alegría que apenas surgía se vieron cortadas por un nuevo peligro, todo había pasado muy rápido, en sólo unas pocas horas se pasó de un infectado a decenas. Los Shinigamis se enfrentaban a ellos, pero el número de espadas no eran suficientes, ellos eran resistentes, se levantaban continuamente, caminaban a pesar de no tener brazos, se arrastraban sin tener pies, a veces caminaban envueltos en llamas.

Cuando se dieron cuenta que destruyendo sus cerebros ya no se levantaban pudieron equilibrar un poco las cosas, sin embargo por cada infectado que mataban, se creaban otros tres, y aun así los Shinigamis no se rindieron, luchaban valientemente. Pero a lo largo de estos más de tres años de continuas batallas, estaban llegando a un punto de cansancio extremo, de casi agotar su Reiatsu, el cual a veces no tenían tiempo de recuperar totalmente y aunado a eso había muchas bajas de Shinigamis de bajo rango.

Un quejido se escuchó entre unos escombros.

—Parece ser un niño. —dijo Ichigo, se soltaron de la mano y se acercaron lentamente a la pila de escombros de lo que antes era una casa.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó Rukia.

—Ayúdenme. —la voz de un niño se escuchó con dificultad, seguida de una fuerte tos.

—Hay que apurarnos a sacarlo antes de que se le acabe el aire. —dijo ella mientras comenzaba a quitar escombros. Ichigo la imitó.

Sólo habían pasado unos minutos cuando escucharon gruñidos a su alrededor, alzaron la vista para comprobar que al menos una docena de los infectados los tenían rodeados.

—Zombis. —murmuró Ichigo con fastidio desenvainando a Zanguetsu.

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Saludos.


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