Elle pleure insensé - Laertes

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¨Elle pleure insensé, parce qu'elle a vécu!

Et parce qu'elle vit! Mais ce qu'elle déplore

Surtout, ce qui la fait frémir jusqu'aux genoux,

C'est que demain, hélas! il faudra vivre encore!¨ 1

Le masque

Charles Baudelaire


Laertes escuchó un leve murmullo, un suspiro quedo procedente del cuerpo menudo que sostenía fuertemente entre sus brazos. Se trataba de una niña de no más de siete años. El cabello revuelto ocultaba su rostro, y el cuerpo, de una palidez enfermiza, apenas emitía el más leve movimiento tras haberse alimentado de ella. Aún recordaba aquel hermoso vestido que tantas veces antes la había visto lucir, con graciosos lazos y de un tejido tan delicado que parecía abrazar su delicada anatomía juvenil. Pero en ante él, el recuerdo estaba manchado del color escarlata de la sangre de una chiquilla que parecía aún aferrarse débilmente a la vida.

Aquel murmullo inteligible de reconocimiento volvió a repetirse, llegando a sus oídos aún con el rostro oculto bajo la espesa cortina de rizos dorados. Los años jamás podrían haber borrado el recuerdo de su pequeña hermana en aquel instante en el que le dio muerte, traído de regreso como un espejismo macabro y doloroso por el mero placer de torturar su existencia y avivar el remordimiento de su culpa.

Así como aquel sentimiento, también lo hizo el poderoso impulso de tomar su sangre, ignorando por completo cuanto pudiera acarrear aquel acto tan vil pese a sentir el débil aleteo agonizante de un corazón que se detenía.

Aquella sed, ¡maldita y asesina sed capaz de incendiarle la garganta y robarle la razón!

En el frenesí del momento, su mundo se vio teñido de rojo escarlata. El mismo rojo que se escurría lentamente de sus labios húmedos por la sangre inocente aún caliente y de las dos punzadas en el cuello de la pequeña, que goteaba en delgados hilillos sobre el delicado vestido blanco.

Después, el sonido escalofriante de una exhalación irritada pareció acompañar a la helada corriente de aire expulsada desde algún rincón del edificio, la cual golpeó con furia las puertas de varias habitaciones. Un continuo golpeteo rompió con atronadora violencia el silencio de aquella noche tranquila y en apariencia, apacible, en la que él había tomado la vida de su hermana. De pronto, la niña abrió los ojos, clavándose fijamente sobre él con absoluta conciencia y reconocimiento conforme parecía regresar a la vida cuando era evidente que, minutos atrás, había estado muerta en sus brazos.

Laertes se quedó atónito, soltándola de pronto y retrocediendo sobre el piso de madera mientras se sumía en un estado de completa alarma al comprender lo que había hecho. Algo superior al miedo tomó conciencia en él, algo que iba mucho más allá de lo que había experimentado en su larga existencia y que luchaba ferozmente contra su cordura y su capacidad de salir huyendo de allí.

- No... ¡No! - Apartando el rostro y escondiéndolo tras sus manos, gritando entre espantado y avergonzado al sentir la sangre manchando su barbilla y sus manos.

La expresión inquebrantable de la pequeña cuando se incorporó lentamente pareció titubear al escuchar las palabras procedentes del vampiro. Lo miró de pronto con terror, con los ojos ensombrecidos, mientras su cuerpecito se estremecía y le temblaba el labio inferior.

- Laertes... - Intentó hablar, moviendo los labios. Pero se atragantó con las propias palabras de pronto, casi como si sintiera la garganta seca como papel de lija y le costara respirar. Aferrándose a ella con ambas manos y cayendo al suelo de rodillas, la figura cada vez más decrépita y distorsionada de la jovencita alzó la mirada tras unos agonizantes segundos y dirigió hacia él un penetrante rencor, que en aquel momento se resistía a continuar mirándola debido al horror y el espanto de lo que veía.

- Laertes, mírame bien. - Demandó en un murmullo aterciopelado y envolvente con su voz inhumana. Al no recibir respuesta, prácticamente gritó, demandándole al joven vampiro algún tipo de reacción. - ¡Mira lo que me has hecho!

Laertes prácticamente trastabilló ante el tono de voz, obligándose finalmente a enfrentar aquella mirada; esos ojos fríamente azules que eran tan decididos lo observaban con odio, careciendo por completo de aquella chispa de vitalidad humana. Eran inquietantemente astutos, abismos sin fin de maldad y desolación surcados en sus profundidades por una terrible oscuridad. Tenía ante él la viva imagen de la muerte.

Su menudo rostro poseía una tonalidad pálida y apergaminada, dejando translucir negras venas conforme el dorado de sus cabellos finos enmarcaba las facciones contraídas de un vampiro que denotaba el reflejo propio del hambre y la necesidad. El cuerpo menudo y delgado de su hermana adquirió movimientos lentos y felinos al tiempo que avanzaba hacia él con una sonrisa perversa tirando de sus labios. La luz de las lámparas de gas iluminó su rostro, dejando a la vista un par de graciosos hoyuelos junto con aquellos dientecillos afilados...

Y aun así, tan engañosamente delicada y frágil como una muñeca de porcelana. El espejismo corrompido de aquella pequeña belleza de cabellos dorados y rostro sonrosado que tanto había amado. Quiso tocarla, acariciarle el pelo, pero se quedó allí plantado, temeroso de ella. Su furia fue como una cerilla a punto de encenderse.

- No quise hacerlo, y después... después... - Musitó Laertes mirándola con renovado horror. El joven vampiro retrocedió, ocultando su vergüenza con el regusto dulce de la inocencia sus labios. - No podía perderte... ¡No después de lo que te hice!

- Porqué dejarme morir si tú podías hacerme vivir hasta el fin del mundo ¿Verdad? - Continuó ella con las mejillas cubiertas de lágrimas a pesar del odio que destilaban sus ojos cristalinos. - ¡Tomaste la decisión por mí y tu egoísmo me ha condenado a esto! - La niña estalló en llanto y más lágrimas corrieron raudas por sus mejillas. - Pasaré el resto de la eternidad con este disfraz desesperado, con esta forma inútil. - Continuó reprochándole la niña hablando a voz en grito, cada vez más enfurecida mientras su tono adoptaba un filo peligroso e inhumano. - ¡Eres un asesino! Vouz n'est qu'un hypocrite et faible toujours eurent peur de passer sa vie dans cette existence la solitude.¡Et maintenant, ce sera ta punition!2 - Concluyó fuera de sí recurriendo su idioma materno.

Laertes cayó de rodilla frente a ella, sollozando y, a lo lejos, en algún rincón de su mente, se escuchó el sonido de una puerta se cerrándose de un portazo.

Después de aquello, todo lo atisbo de razón o cordura desapareció para él.


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1Traducción del extracto en francés del poema ¨La máscara¨ de Baudelaire:

¡Insensata, solloza sólo porque ha vivido!

¡Y porque vive! Pero lo que lamenta más,

Lo que hasta las rodillas la hace estremecer

Es que mañana, ¡ay!, continuará viviendo.

2Traducción del diálogo en francés: Eres un cobarde hipócrita que siempre ha tenido miedo de vivir esta existencia en soledad. ¡Y ahora, ese será tu castigo


Au clair de la luneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora