Marchant dans l'enfer - Claudia

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Sangre. Espesa y carmesí sangre.

La sustancia vital que lo salpicaba todo era una señal inequívoca de los horrores que se escondían en aquel viejo hotel. Susurros y gemidos resonaban al igual que ecos torturados entre las paredes empapeladas, apenas imperceptibles para quienes eran menos sensibles a lo oculto. Aquellas voces eran los espíritus condenados a una muerte atroz y escalofriante, atrapados para toda la eternidad en las feroces garras del infierno que parecía cernirse sobre aquel lugar.

El infierno no se sentía satisfecho. Jamás lo estaría.

Algunas pobres almas inocentes se aventuraban a ignorar la poderosa maldición internándose en aquel hotel, casi como atraídos por el particular canto de sirena que los llamaba desde algún rincón de aquel lugar de perdición. Desgraciadamente para la bruma de maldad que parecía acechar entre las sombras, no todos eran seres incautos y susceptibles a sus encantos. Los había como ella, que sabían reconocer los actos más viles a manos de su hermano a lo largo de los años. Siempre la misma noche, siempre una y otra vez, año tras año.

Claudia pudo sentir en su frío cuerpo y sin vida como la angustia, la desesperación y el dolor emanaban del desvencijado hotel con más fuerza que nunca en un evidente reflejo de cómo se sentía Laertes aquella noche. Cada segundo que pasaba, cada instante más que permanecía allí, aquello parecía introducirse más y más dentro de ella, resultando casi imposible de ignorar...



Au clair de la luneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora