Capítulo 1 ¿Qué necesito para ser escritor?

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"Cuando todavía no conocemos nuestras propias limitaciones tenemos la mala costumbre de apuntar demasiado alto"

Primero quiero ser muy franca contigo, no hay trucos mágicos ni recetas milagrosas para ser un buen escritor, sólo se aprende a escribir, escribiendo. Si estás viendo esto es porque tienes una predisposición innata para escribir, para investigar, para probablemente sacarte un sobresaliente en materias de lengua española, para leer libros ávidamente, tú ya eres un futuro escritor maravilla, pero hay cosas que nunca hay que perder de vista o la calidad de nuestro trabajo decaerá.

Estas son algunas de las características más importantes y básicas que considero que un escritor debe tener:

1. Ganas.

¡No, muchas ganas!

¡Pero muchas!

Ah, y una idea más o menos clara de lo que quieres escribir. Parece y suena muy sencillo, pero de nada hubiera servido que Harry Potter fuera a Hogwarts si J. K. Rowling no hubiera tenido ganas sinceras de enviarlo ahí, o siquiera pensar en él como algo que pudiera hacer realidad a través de su pluma.

2. Capacidad de observación.

"Quiero escribir, pero no sé cómo plasmar mis ideas" Esta frase célebre y muchas de sus variaciones las he escuchado un mar de veces y por mucho que la persona se esfuerce en escribir no lo consigue y lamentablemente termina claudicando en la escritura.

Lo que esta persona no sabe es que le falta observar el mundo que la rodea.

Quiero aclarar primero cuál es la diferencia entre ver y observar. Ver es simplemente pasar la mirada por encima de objetos, mientras que observar es un proceso más complejo de lo que te puedes imaginar pues no solamente tu cerebro registra los objetos, sino que además se da cuenta de la situación en la cual se encuentra el objeto y bajo qué circunstancias, es "ver más allá de"

Muchas veces estamos acostumbrados a pasar por la vida como unos totales zombis; no nos damos cuenta de que aquella flor en la esquina del patio no estaba ahí la semana pasada; no nos preguntamos a dónde va nuestro acompañante de asiento en el bus; no sentimos el más mínimo interés por saber qué estará diciendo el hombre que va caminando a lo lejos mientras habla por teléfono, luce enfadado, ¿estará hablando con su esposa? ¿Estará discutiendo con su hijo por haber reprobado una materia? ¿Estará reclamando a su banco por un cargo a su tarjeta de crédito que no hizo?

A veces estar sometidos bajo la tapadera de una vida rutinaria la mayor parte de los días de la semana nos sumerge en un estado taciturno, donde nos despertamos temprano por la mañana, vamos al trabajo o a la escuela como autómatas y salimos de ella con la urgencia de regresar a casa para al otro día repetir el mismo patrón y donde parece nunca haber nada nuevo, no hay necesidad de estar tan atentos a las novedades porque aparentemente no se producen.

Sin embargo, son esos pequeños, diminutos, minúsculos y efímeros detalles los que distinguen a alguien que "ve" de alguien que "observa". Las personas que observan el mundo que las rodea están habituadas a formar hipótesis y teorías todo el tiempo en su cabeza y en la búsqueda de saber "¿por qué está pasando lo que está pasando frente a mis ojos?" se crean nuevas conexiones en el cerebro (las neuronas se abrazan unas a otras formando cadenas cada vez más largas), imperceptibles para nosotros, pero tan grandes como galaxias dentro de nuestra cabeza y son estos conectores los que le permiten a un buen escritor hilar una idea con otra de forma lógica y poder plasmarla en un papel pues poseen una visón de su entorno más amplia, que a su vez les brinda armas para crear historias en base a su observación del mundo cotidiano.

Dale vital importancia a este punto y convéncete del sentido que tiene. Pensemos en Leonardo Da Vinci por ejemplo ¿crees que hubiera sido capaz de haber dibujado con tanta precisión las entrañas del cuerpo humano de no haber observado con atención y lujo de detalles un cadáver real? ¿Consideras que Jane Austen hubiera podido recrear en Orgullo y prejuicio cuán importante eran las reuniones sociales y los bailes de no haber ido a alguno y observado con ojo analítico lo que ocurría en aquellas tardes de Inglaterra? ¿Miguel Ángel hubiera cincelado al David de no haber observado las curvas humanas? Para estas preguntas y cualquiera parecida que quieras hacer, la respuesta más probable sería no. Toda obra de arte es una interpretación del mundo real y es un hecho que no sabremos plasmarlo si no nos detenemos a observarlo. Piensa que los ciegos difícilmente podrán describir el aspecto y la emoción de observar una puesta de sol frente al mar.

El ABC de los escritoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora