Me gustan los maduros

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Me gusta el encargado de mi edificio, un hombre canoso, pelado, morochón, de unos sesenta años, tiene un culo firme, hermoso, forjado tal vez a fuerza de limpiar diez pisos de escaleras toda la vida. Algunas de las veces que conversé con él en la entrada del edificio le sentí aliento a alcohol. Me lo imaginé solo en su departamentito que da sobre la terraza, sentado en una silla tomándose un vino en calzoncillos, mirando el atardecer como un cuadro en su ventana, y fantaseé con estar ahí con él. Nunca me animaría a proponérselo, es el portero de mi edificio y si la idea no le cayera bien podría terminar todo en una pesadilla.

Otro maduro que me excita es el marido de la mujer de la dietética. Tiene seguro más de setenta años, es robusto, panzón, semicalvo y usa un tupido bigote blanco: un perfecto "oso polar", según la jerga osuna. Una vez que la mujer no estaba, me atendió él y tuvimos una conversación sobre los beneficios de las semillas de zapallo para combatir las inflamaciones de próstata. Mientras hablábamos nos mirábamos a los ojos; su voz gruesa con tonada correntina me calentaba. A veces, mientras su mujer atiende, él está sentado atrás del mostrador, yo saludo y espero que él me conteste el saludo. Tras la conversación tan íntima que tuvimos aquella vez me parece lógico, pero él está casi siempre ensimismado, pensando en quién sabe qué, y no me contesta. Entonces siento una pequeña frustración y ganas de dirigirle el saludo más enfáticamente para que me registre.

En ambos casos se trata de puro morbo; ninguna especulación económica ni de que inconscientemente esté buscando una figura paternal, cuestiones que suelen sugerirse en los foros cuando alguien propone el tema de las relaciones intergeneracionales. Además ya no soy tan joven, estoy en el medio, tengo 48 años y me gustan los hombres de cualquier edad. Cuando tenía entre 20 y 35, me relacionaba por lo general con hombres mayores que yo, entre los 35 y los 40 me relacioné con hombres de mi edad, y desde hace ya varios años la vida me lleva a relacionarme con chicos que se acercan a los 30. No entiendo bien qué les atrae de mí, pero me buscan. Ahora estoy saliendo con un chico de 28 años. Nos conocimos por Manhunt y combinamos un encuentro esa misma noche. Apenas lo vi, su sonrisa me enamoró. Hace cuatro meses que estamos juntos y a veces siento que la diferencia de edad es un estorbo, que él puede estar saltándose una etapa de su vida. Cuando yo tenía 30 me la pasaba de boliche en boliche, caliente todo el día, y sólo cambié con los años. También me fui volviendo más escéptico, amargo, aburrido, además de que mi deseo sexual disminuyó considerablemente. Pero a él no parece importarle, me dice que le gusto físicamente, que me admira por mi trabajo, que tiene ganas de aprender y experimentar cosas, que le parezco honesto, buena persona y para nada complicado. Yo no le puedo decir que no, con su vitalidad, su inocencia y su belleza me alegra la existencia.











Fragmento de la nota 'Maduros y Jóvenes' del Suplemento SOY del diario Página 12, escrito por Pablo Pérez.

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